29.9.06

Rosario Dawson y los Jackson Five

A Kevin Smith siempre le he considerado un director sobrevalorado. Es cierto que empezó bien en esto del cine. Sus tres primeros trabajos resultaban frescos y originales, sobre todo Clerks y Mallrats (sin despreciar, para nada, la romántica y lesbiana Persiguiendo a Amy). Su particular sentido del humor, gamberro y cien por cien corrosivo, llegó a crear incluso un nuevo estilo de comedia suburbana al que se sumaron otros realizadores noveles. La lástima es que, con ese endiosamiento a que se vio sometido por parte de una buena legión de fans y de la propia crítica, a Smith se le subió la fama a la cabeza y, poco a poco, su cine fue cayendo en el desmadre más inaguantable: la discutida Dogma y la facilona Jay y Bob el Silencioso Contraatacan son un buen ejemplo de ello. Con la endeble Una Chica de Jersey intentó redimirse y dar un cambio radical a su universo, estrellándose aún más en su carrera.

De todos modos, cuando daba la impresión de que el planeta Kevin Smith había desaparecido del espacio, renace de nuevo con Clerks II. O sea, tal y como su título indica, regresa con una secuela de su ópera prima y, al mismo tiempo, su film más popular. Y, con él, intenta recuperar el mismo espíritu de antes, aunque de manera mucho menos agresiva e incívica cosa, por otra parte, bastante natural, pues los años no pasan en balde. El director, al igual que sus dos personajes principales, Dante y Randal, ha madurado. Pero, por desgracia, ha madurado mal, pues lo que antes era cínico y punzante para él, ahora es infantilismo puro: el caca culo pedo es su principal y mayor fuente de inspiración.

En cuanto a Dante y Randal, a decir verdad, el único de la pareja que ha crecido un poco es el primero: éste pretende convertirse en una personal normal y dirigir su vida hacia otros derroteros más estandarizados: tiene novia formal y está a punto de contraer matrimonio aunque, a pesar de ello, le hace cierto tilín Becky, la morenita que ejerce de encargada en el establecimiento en el que trabaja. La tienda y vídeo-club que compartían los dos amigos se la ha engullido un incendio, por lo cual ambos se han convertido en un par de asalariados al servicio de una cadena de hamburgueserías.

Randal, más que madurar, ha sufrido una especie de retroceso mental: la posibilidad de perder a su amigo más fiel, su calentura corporal innata y el odio furibundo que destila hacia la saga de El Señor de los Anillos, le han convertido en su ser despreciable. El hombre se ha quedado encallado en la época de Star Wars; sus ojos no ven más allá de El Imperio Contraataca. Su regresión es tan grande que poco desentonaría al lado de los dos descerebrados marca de la casa, los ya cansinos Jay y Bob el Silencioso quienes, para no perder las buenas costumbres, se han apalancado en una de las esquinas exteriores del nuevo local entregados en martillear al personal con su radiocasette y su peculiar filosofía.

Clerks II no tiene ni la fuerza ni el ingenio que poseía el título original. Sus mejores diálogos siguen amparándose en las continuas referencias cinéfilas que, en su verborrea, desgranan sus protagonistas. Por otro lado, en compensación a su humor punzante de antaño, ha aumentado la dosis de escatología que vertió en sus primeros productos, llegando incluso a resultar demasiado reiterativo en este aspecto. Lo que en un principio puede resultar gracioso para el espectador, como ocurre con un chiste sobre cierta técnica sexual, acaba cansando al abusar en exceso del mismo. Smith parece disfrutar tanto con el tema en cuestión que, en su forzada e innecesaria parte final, organiza una fiesta sexual en la que un asno será la principal estrella invitada. El mal gusto priva; el escandalizar, sin más, es su meta principal.

Sin lugar a dudas, ante tan poca originalidad con respecto a sus primeros trabajos, lo que más destaca en éste es la presencia de una insuperable Rosario Dawson, tanto por su interpretación, por su físico y, en concreto, por su personaje, el de Becky; un personaje atractivo y muy bien descrito, de esos que resulta difícil olvidar con el paso del tiempo. Y es que la Becky de Kevin Smith es mucha Becky; el alma mater de la película. En ella, todo hombre descubrirá a la chica ideal con la que formar una familia: dulce, tierna, guapa, entrañable, sensible e inteligente. ¿Quién da más? Y además, por si fuera poco, una bailarina excepcional, a la que el director ha regalado una de las mejores escenas de su filmografía: un número musical, en nada opulento y perfectamente filmado. Un espléndido ejemplo de sencillez cinematográfica: un tema clásico de los Jackson Five, el ABC; el baile de la Dawson en lo alto de la hamburguesería y, abajo, ante la puerta del local, un grupo de clientes danzando al ritmo de la música a través de una coreografía de lo más simple y funcional. Una maravilla que ya querrían para sí muchos musicales de la época dorada de Hollywood.

Rosario Dawson, cuatro gags graciosos y, ante todo, ese gran (pequeño) número musical, forman parte del milagro que finalmente han hecho visible y salvable un film con el que Kevin Smith pretendía retomar las riendas de su apagada inspiración.

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