Apúntense bien el título de la serie que, la semana pasada, empezó a emitir La 1 de TVE: Mujeres Desesperadas. Aunque ya lleven dos capítulos, no pierdan la ocasión, mañana mismo, a las diez de la noche, de disfrutar con los episodios 3 y 4, pues es una propuesta sencillamente fresca y deliciosa.
La verdad es que, tras Mujeres Desesperadas, no se esconde nada nuevo. Las diversas historias que nos muestra las hemos visto en varias ocasiones en la pequeña y en la gran pantalla. Los responsables de la serie juegan con los típicos y tópicos de siempre. Pero saben jugar con ellos de manera ingeniosa y muy personal. Barajan todo aquello que conocemos con una sutileza envidiable. Y es que sus guiones son maravillosos, de una precisión milimétrica, por no hablarles de su acelerado ritmo narrativo.
La serie es un satírico retrato de las mujeres actuales. Bueno... actuales y no tan actuales; mejor dejémoslo en las mujeres de toda la vida y, por defecto, de eso que hace años dieron en llamar la guerra de los sexos. La relación matrimonial y familiar, esa que tanto alaban los anquilosados pepistas y la Iglesia, es diseccionada con cierta mala uva, resaltando los defectos de la misma. Su humor es cínico, malicioso y negro; muy negro. Casi vitriólico. Tanto que, a veces, algunas escenas remiten directamente a los mismísimos Simpson.
Su escenario es una de esas apacibles urbanizaciones norteamericanas de ensueño y cuatro mujeres estereotipadas son sus principales protagonistas, cada una de ellas dibujada con cuatro trazos sencillos, pero perfectamente perfilados: la estresada Lynette Scavo (Felicity Huffman), una yuppie que, contra su voluntad y con un marido siempre fuera de casa, tuvo que renunciar a su trabajo para convertirse en la amantísima madre de cuatro pequeños diablillos; la metódica Bree Van De Kamp (Marcia Cross), una especie de robot que vuelca toda su energía en la limpieza más absoluta del hogar y en la alta cocina, sin pararse a pensar que su marido y sus dos hijos necesitan algo más que esa aséptica manera de funcionar; la atractiva Gabrielle Solís (Eva Longoria), una ex modelo latina, retirada de las pasarelas por un marido millonario y frío, que busca sus desahogos sexuales en la persona de su joven jardinero y, por último, la figura de Susan Mayer (Teri Hatcher), una mujer divorciada y de buen ver que, tras haber obtenido la custodia de su hija, se desvive por encontrar una nueva pareja, rivalizando en su empeño con Edie Britt (Nicollette Sheridan), un putón verbenero cuya principal afición es la carne masculina.
Al igual que hizo Billy Wilder en El Crespúsculo de los Dioses, Mujeres Desesperadas tiene como narrador, mediante su voz en off, a otro cadáver. En este caso se trata de una mujer, Mary Alice Young (Brenda Strong), una idílica ama de casa que, un buen día y tras terminar sus labores domésticas, se acabó pegando un balazo en la sien. Ella, cuyo apenado viudo y su hijo esconden un oscuro secreto, será la acompañante del espectador en el devenir de sus cuatro amigas anteriormente descritas.
Denle una oportunidad mañana mismo. Acepten el reto e instálense cómodos en sus sofás respectivos. Déjense llevar por el humor de Mujeres Desesperadas y por ese desquiciado y divertido análisis tras el que, en realidad, se esconden dramas gigantescos. Pero ese toque caricaturesco, otorgado a todos sus personajes y a las situaciones a las que se enfrentan, ayuda a digerir, mucho mejor, ciertas realidades, por muy típicas y tópicas que sean.
Vale la pena. Palabra de Spaulding.
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