6.6.05

El efecto dominó

La teoría del caos ya está servida. El efecto mariposa planea de nuevo sobre las salas cinematográficas españolas. Y si no lo creen, acudan a ver 11:14 Destino Fatal, una sencilla película, ópera prima en el campo del largometraje de Greg Marcks, que llega a nuestras pantallas con cierto retraso, pues ya hace un par de temporadas fue una de las películas seleccionadas para el Festival de Sitges.

Tras 11:14 no busquen ninguna obra maestra ni ningún trabajo fuera de lo normal. Su realizador, de manera simple aunque bien cronometrada, nos ofrece un puzzle medio desordenado que, poco a poco, y gracias a su narrativa circular (paralela un tanto a la del artificio urdido por Tarantino en Pulp Fiction) acabará tomando cuerpo, juntando todas sus (en teoría) deslavazadas y cortas historias en un momento temporal muy concreto, las 11:14 P.M. de una noche siniestra, en la que una serie de sucesos inconexos entre sí terminarán convergiendo en ese minuto caótico y sangriento con el que abre y cierra su película, sin olvidar, a modo de sabroso aperitivo, sus sorprendentes y originales créditos iniciales, creados a manera de homenaje transitorio a todas las roads-movies habidas y por haber pues, en la misma, los coches y las carreteras cobran un protagonismo muy especial.

El tal Marcks coloca sus fichas de dominó una detrás de otra, zigzagueando, buscando intrincados vericuetos y dispuestas (muy a su pesar) a que un dedo inocente dé el empujoncito de rigor a la primera de ellas. Y éstas, lógicamente, empezarán a caer una detrás de otra, tumbadas por sus antecesoras sin poder evitar el caos final, ya que en cuestión de segundos nada será igual que antes. Y la última de todas (o la primera, según se mire), la menos culpable de éstas, será la que cargue con la parte más comprometida de ese mínimo toque vapuleador.

En el film, a la 11:14 en punto de una extraña noche, el tipo al que da vida Henry Thomas, un joven conductor (con la misma cara de niño de cuando dio vida al pequeño Elliott de E.T.) se verá metido en un buen lío cuando le caiga un cadáver, desde lo alto de un puente, sobre su automóvil. Ha bebido un poco, no lleva su carnet de conducir encima y, por si fuera poco, el abollado vehículo no es de su propiedad. Y, como era de esperar, tal y como pronosticaron las leyes del gafe Murphy hace unos cuantos años, un coche patrulla no tardará en aparecer por el lugar del accidente. Ese es el principio y el final de 11:14. A partir de allí y hasta que vuelva a cerrar el círculo, su realizador empieza a caminar hacia atrás, encadenando diversas historias con todo tipo de personajes. Y cada uno de ellos, a su manera, irá poniendo su personal granito de arena para que a esa hora fatídica en punto, ni un minuto más, ni un minuto menos, le carguen el mochuelo al crecidito y un tanto ebrio Elliott.

El gancho de 11:14 se encuentra en su falta total de pretensiones. Y, ante todo, en haber calibrado hasta el último milímetro el tamaño de las piezas de su laberíntica charada. Su única y celebrada aspiración es entretener. Va el grano en cada uno de sus episodios y, por suerte, no deja cabos sueltos a la hora de finiquitar su gigantesco rompecabezas, construido con un buen número de ingredientes discordantes entre sí y que, sin proponérselo, acabarán amargando la noche al pobre Henry Thomas a partir de las once catorce post-meridian : un pene desmembrado, seccionado de su propietario por orinar de manera esperpéntica; una pareja de amantes copulando sobre una vieja y movediza lápida de un tenebroso cementerio; un disparo perdido en un supermercado de los que rezan el letrero de Open 24 Hours y un solitario padre de familia, paseante nocturno, dispuesto a deshacerse de un cadáver sin rostro y con la bragueta humedecida por líquidos demasiado sospechosos.

Un ejercicio de estilo sencillo, simpático y ciertamente entretenido al que, por cuestiones imposibles de entender, su distribuidora ha tardado mucho tiempo en ponerlo en circulación por los cines de nuestro país. ¿Habrán querido aprovechar el posible gancho comercial de la presencia, en el film, de Hilary Swank (también productora ejecutiva del mismo), recientemente ganadora de un Oscar por Million Dollar Baby? Al menos, su nuevo cartel publicitario así lo indica, pues el anterior poco denotaba que esa espléndida actriz formara parte del reparto coral de la película de Greg Marcks.

Ustedes mismos, a continuación, podrán comprobar la diferencia entre los dos pósters preparados para su lanzamiento. Abriendo este mismo post, arriba, está el cartel inicial con que se pensaba estrenar el film. Aquí, justo abajo, el ideado a partir del premio de la Academia a la actriz citada y que se ha convertido en la promoción definitiva. Personalmente, me quedo con el primero.

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