La misión ha sido un éxito. Difícil de conseguir, pero un éxito rotundo. He pasado por mil peligros. Me he enfrentado a perros guardianes, a alambradas electrificadas e, incluso, a hombres rudos y sin escrúpulos. Y con todo ello, mi vida se ha visto en la cuerda floja en más de una ocasión. Pero, por fin, he logrado hacerme con el preciado documento gráfico que tanto ansiaba.
El chivatazo me lo dieron anteayer. Y ayer mismo, ni corto ni perezoso, emprendí la tormentosa cruzada en pos de esa prueba definitoria.
Su Excelentísima Majestad Don Juan Carlos I, Rey de España, tras haber perdido la ocasión de convertirse en portada de un álbum de Batman, al negarse a ceder su uniforme y su galán postura a Magneto, ha decidido no desdeñar la idea de convertirse en un personaje más de un universo que, hasta el momento, nunca se había planteado. Ha tomado una decisión única; un secreto guardado celosamente por la Casa Real española. Nuestro Monarca ha cambiado a su escolta personal. Sus dos hombres de confianza más directos han sido sustituidos por un par de personajes a los que Él, de cara a la opinión pública, prefería preservarlos en su anonimato, escondiendo así su verdadera identidad.
Finalmente, ayer tarde, logré infiltrarme en los mismísimos jardines del Palacio de la Zarzuela. Y tras superar todo tipo de contingencias, conseguí una exclusiva gráfica estremecedora que espero sepan valorar. Esa prueba incriminatoria, que cobijo en el interior de un expediente Top Secret, espero y deseo que sea un secreto a compartir solamente entre mis lectores y yo. Conocer lo que se esconde dentro de la carpeta implica ciertos riesgos, como tener que vivir, el resto de sus días, en constante tensión. Hay cosas que nunca deberíamos haber visto. Es por ello que si alguno de ustedes es un tanto temeroso de Dios, mejor no abra este expediente. Sepan, de todas maneras, que no me hago responsable de lo que les pueda ocurrir a todos aquellos que se atrevan a hojear tan comprometedor documento.
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