Ya era hora que alguien remediara el circo en que Schumacher convirtió la serie sobre Batman, con sus apayasados Batman Forever y Batman & Robin. Y ese alguien ha tenido que ser Christopher Nolan, un cineasta que se ganó cierto prestigio gracias a sus dos brillantes títulos anteriores, Memento e Insomnio, y que ha afrontado el encargo de resucitar la figura de ese personaje del cómic de manera competente. Y lo mismo hay que decir de Christian Bale, pues con su contenida interpretación, le ha dado una entidad muy similar a la que consiguió, años antes, el siempre desaprovechado Michael Keaton.
De hecho, más que una secuela de los cuatro títulos anteriores, es una especie de precuela pues, ante todo, Batman Begins se centra, en su primera parte, en el nacimiento del mito, de ese ser temeroso de los murciélagos, amargado por la muerte de sus padres -asesinados ante él a sangre fría-, y por el ferviente e iracundo deseo de venganza que va creciendo en su interior. Al igual que hizo Ang Lee con su adaptación de Hulk o Raimi en su segunda entrega de Spiderman, resalta los rasgos más torturados de ese hombre que, antes de decantarse por una justiciera doble vida, decide pasar una temporada de aprendizaje entre los sectores más bajos y rastreros del hampa mundana.
La segunda parte, cuando abandona su adiestramiento y regresa a su ciudad natal para convertirse en poderoso justiciero, la cinta se convierte, en todos los sentidos, en un producto más típico y estandarizado, aunque correcto. La aventura a la que tendrá que enfrentarse entronca, directamente, con el estilo y el nervio narrativo utilizados, ya anteriormente, por Tim Burton, aunque suavizando un tanto ese tono de comedia negra que infundió éste en sus dos relatos. No hay sorpresas, pero tampoco asoma el aburrimiento en ningún momento.
Para su puesta en escena, de manera inteligente y para evitar odiosas comparaciones, ha rehuido esa atractiva estética gótica con que Burton optó para sus dos films sobre Batman, decantándose más por una fotografía y una puesta en escena más realista, respetando, lo máximo posible, la escenografía urbana de la ciudad de Gotham y ese tono visual oscuro que, al mismo tiempo, potencia la atormentada mente del multimillonario Bruce Wayne, el alter ego real del héroe de la DC. Así pues, esos colores chillones y vivos usados por Schumacher en sus dos "locazas" adaptaciones, han desaparecido por completo de la vida cinematográfica de ese hombre con disfraz de murciélago.
No hay que negar que, en su reparto, la presencia de nombres como Liam Neeson, Michael Caine, Morgan Freeman o Gary Oldman, ayudan, en mucho, al buen devenir del producto, resaltando, ante todo, la sobriedad británica vertida por Caine para dar vida al fiel mayordomo Alfred, la estimable (aunque mínima) presencia de Lucius Fox, el personaje encarnado por un entrañable Freeman y, sorprendentemente, el nulo histrionismo invertido por un camaleónico y caracterizado Oldman, en la creación del detective Jim Gordon.
Un entretenimiento urdido con la máxima profesionalidad posible, serio (aunque un tanto reiterativo) en su planteamiento inicial y que, en conjunto, poco puede envidiar a otras célebres adaptaciones sobre superhéroes nacidos de las páginas del cómic, como Superman, Spiderman, X-Men o el mismo Batman de Tim Burton.
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