5.10.07

SITGES 07 - JORNADA 1.0: Pizza Caprichosa y Entraña Argentina

El Festival de Sitges empezó ayer. Y yo, hombre de poca palabra, fallé a mi promesa de actualizar a diario la información sobre el certamen. Tal y como les avancé, todo andaría a la perfección siempre y cuando el tiempo y la autoridad lo permitieran y, en este caso, falló lo primero: la climatología. Hasta el domingo no me instalaré en Sitges, con lo cual, y hasta esa fecha, mi intención era (y sigue siendo) la de bajar y subir cada jornada desde Barcelona

Pues nada: que ayer, tras asistir a los dos pases de prensa matutinos, al salir de la última proyección y viendo un día tan soleado y azulado, opté por quedarme a comer y regresar a casa tras la ingesta. Compartir mesa con los conocidos que, año tras año, coincidimos en esa fiesta cinéfila, siempre es un placer y, por esa razón, no quise demorar el momento hasta el próximo domingo. Una Caprichosa, en un céntrico y popular restaurante de la villa, fue el original (¡y nunca visto!) plato que me zampé. Pero, hete aquí que, aún no terminada la pizza, a eso de las 15.15 P.M., el cielo se encampotó de mala manera y en pocos minutos para, acto seguido, descargar una gran cantidad de agua sobre el lugar. Una tormenta que se alargó durante toda la tarde y hasta bien entrada la hora de cenar.

Total que, entre chupito y chupito de orujo, esperando que amainara el viento y la lluvia para pillar el coche, se me fueron pasando las gélidas horas. Empapado hasta el moño y con la visión ya un tanto borrosa, decidí que lo mejor (y más prudente) era solicitar refugio a alguno de los colegas y pasar la noche allí; una noche que, por cierto, se inició con una sabrosa entraña argentina; poco hecha y sangrante. Una jornada rara e inesperada, pues bajé a Sitges con sólo lo puesto y sin portátil con el que actualizar. No saben ustedes que sensación más extraña es la de despertar y descubrir que, aún hoy, seguía utilizando los mismos andrajos con los que me acosté la noche anterior.

Al grano y rebobinado. El Orfanato, el primer largo de Juan Antonio Bayona, fue el encargado de inaugurar el Festival. Un trabajo, a mi parecer, decepcionante y sin personalidad. Quizás esperaba un debut más original pero, en realidad, me supuso una mezcla, un tanto inconexa, de varios de los títulos que, sobre el fantástico, ha generado el cine español de los últimos años. Darkness, Frágiles o Los Otros son sus antecedentes más cercanos y, al igual que éstos, denota una excelente factura visual. Pero sólo se queda en la factura ya que el guión, lleno de pasajes mal explicados, resulta disperso, mientras que Belén Rueda, sobre la que cae el mayor peso del film, no acaba de convencer en su interpretación; una actuación a la que, por otra parte y debido a su mala dicción, tuve que dedicarle un especial esfuerzo auditivo. Un poco más de lo de siempre: un refrito de imágenes ya vistas anteriormente en las que, caserones antiguos y fantasmas de niños huérfanos, se alían con la intención de hacer revivir su pasado a la torturada protagonista. Atención, ante todo, a un par de delirantes golpes de efecto en los que la presencia de Montserrat Carulla tiene una relevancia especial.


Otra historia, mucho más entretenida y fantasiosa, es la que ofrece Stardust, todo un festín para los amantes de los cuentos infantiles llevados al límite. Una estrella caída del cielo y convertida en linda mozuela; brujas centenarias y malvadas; luchas por la herencia de un trono; una joya con grandes poderes y un joven enamoradizo y aventurero, son tan sólo algunos de los muchos puntales sobre los que se aposenta un film plagado de toques referenciales al cine de capa y espada. Un divertimento dotado de un look visual espléndido, muy a la americana aunque majote, y del que cabe destacar a una Michelle Pffeifer capaz de reirse de si misma, y a un cachondo Robert De Niro dando vida al peculiar capitán de un barco pirata que navega entre las nubes.

Como remate a esta accidentada (y retrasada) crónica, les dejo con la instantánea del día. Ni Belén Rueda, ni ninguno de los otros rostros conocidos que pululan por el hall del Hotel Melià-Sitges. Ahí tienen, en exclusiva mundial, los empapados zapatos que ayer daban cobijo a los cansados y humedecidos pies de quien esto escribe.

Por cierto: una llamada al móvil me confirmaba, in person, que el apreciado Carlos Pumares no llegará a Sitges hasta el sábado al mediodía. Y por primera vez en su vida, deja el coche aparcado en Madrid y se desplaza en tren. Cuando llegue a Barcelona, veremos como le responde Cercanías para acercarle hasta el Festival. ¡La de bramidos que puede echar sobre el tema!

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