Debido al éxito obtenido y justo al año siguiente, en 1965, llegaría Helph!, su segunda incursión cinematográfica como grupo. En la realización repetía Lester, un director norteamericano que demostró una fuerte sintonía con el peculiar humor demostrado por el cuarteto de Liverpool. Con este producto, llegaba el color a la aventura cinematográfica de The Beatles. Y, al igual que en su film anterior, el disparate y el surrealismo se convertirían en los compañeros de viaje ideales para sus nuevos temas musicales. Una maniobra de marketing perfecta: dio alas al mito e hizo subir como la espuma la venta de sus ábumes. Los muchachos acababan de convertirse en leyenda. Ya podían hacer lo que les viniera en gana.
Help! es una tontería simpática; un divertimento en estado puro que, de modo curioso y gracias a la reivindicación actual del estilo y la estética pop de los años 60, vuelve a estar vigente. Mad doctors de tres al cuarto, artefactos metálicos dignos de los enmascarados mejicanos o vestimentas a lo Mao Tse-Tung, son un buen ejemplo de ello. De todos modos y argumentalmente hablando, la cinta cojea por muchas partes ya que, ante todo, denota una falta de guión más que ostensible. Un hecho éste perdonable, ya que se trata de un trabajo orquestado para potenciar esa imagen transgresora y políticamente incorrecta que The Beatles ofrecían.
Referencias satíricas a Scotland Yard o a la Guardia del Palacio de Buckingham, se alternan con ese divertido aplomo de los músicos por transmutarse en los Marx británicos de la década; un claro paso de gigante hacia el tipo de humor que, cuatro años después, desgranarían The Monty Python en su televisivo Monty Python’s Flying Circus. No es de extrañar, en este sentido, que George Harrison, ya entrados los 80, decidiera producir un título como La Vida de Brian e hiciera incluso un cameo en el mismo.
Y en medio del caótico desorden, conscientemente organizado, que supone Help!, Ringo Starr se convierte en la víctima elegida por un grupo de hindúes desmadrados. La culpa de ello se localiza en el particular anillo que el batería luce en uno de sus dedos; un anillo único que, según reza la religión de sus perseguidores, obliga a sacrificar a todo aquel que lo porte. Como dato curioso, cuando la película se estrenó en el 65, se vendieron en el mundo entero miles de réplicas (de baratijo) de la buscada joya beatleriana, siendo atesorada por sus más fieles seguidores como oro en paño.
Para volver a disfrutar con (y de) Help! es indispensable estar pillado por la mitología del cuarteto y todo cuanto haga referencia a cualquiera de sus integrantes, tal y como personalmente me ocurre desde muy temprana edad. No hay que exigir una historia brillante, pues no la tiene; tampoco hay que fijarse demasiado en las caóticas interpretaciones de John, Paul, George y Ringo; ellos hacen simplemente de Beatles; no hay más. Cantan, bailan, esquían, van en bicicleta y se dan unos cuantos viajes turísticos que ya querría para sí el agente 007. La cuestión es huir y salvarle el pellejo a una gran nariz pegada a un batería. Ante ello, lo mejor que pueden hacer es dejarse llevar por ese aire a lo cartoon de los Autos Locos que destila la dirección de Lester, descubrir que la película fue una de las precursoras de la fiebre por los vídeo-clips y ser seducido, al cien por cien, por ese delicioso arreglo musical que transforma a la popular y rockera A Hard Day's Night en una impagable versión, con variaciones, del The James Bond Theme de Monty Norman: sencillamente impecable.
Muy pronto sale a la venta en una edición especial de 2 deuvedés. Y antes, el dia 5 de noviembre, tanto en Madrid como en Barcelona, tienen la posibilidad, única e irrepetible, de verla en una gran pantala. Aunque sólo sea por los viejos tiempos, vale la pena.
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