Después de desayunar unas llesques de pan de payés con tomate y embutidos (¡qué buena estaba la mortadela, por Tutatis!), y habiendo dejado previamente el equipaje en la consigna, asistí al pase de El Último Justo, un decepcionante y alargado film mejicano con una amplia colaboración española. Sectas religiosas, sicarios de tebeo (de esos con cara de muy malos, gabardina y sombrero) y un fotógrafo especializado en la cobertura de conflictos bélicos, se barajan en una intriga tan simplista como poco orginal. Cómo no, el reportero de marras sufre en silencio por su nulo posicionamiento de observador en el frente, al tiempo que se ve perseguido por los miembros de una congregación quienes, por motivos rocambolescos, pretenden acabar con su vida. La excusa es la de siempre en este tipo de productos: él es el Elegido, y por ello ha de ser sacrificado para el bien de la Humanidad. La irregularidad de su guión (lleno de momentos risibles y forzados) y las pésimas interpretaciones, provocaron numerosas fugas en el Auditorio. Un servidor aguantó estoicamente hasta el final, lo cual me sirvió para confirmar que Diego Martín, el protagonista masculino, tendría que esforzarse un poco más en esto de la interpretación.
La mañana se cerró con Redacted, un Brian De Palma capaz de alejarse de sus excesos habituales y romper un tanto, debido a su estilo y tipo de narración, con su filmografía anterior. Un producto interesante, duro y realizado con la sana intención de soltar una más que necesaria patada a la conciencia colectiva. Ambientado en Samorra (Irak) y a modo de documental ficticio, recoge el testimonio de unos marines norteamericanos que, encargados de un control militar en la localidad, se vieron envueltos en una historia oscura durante la cual, tras ser violada una chica iraquí de 15 años, fueron asesinados a sangre fría todos los miembros de su familia. Es cierto que Redacted no cuenta nada nuevo que no sepa de antemano el espectador, pero hay que reconocer la valentía de De Palma al plasmar en pantalla cuatro verdades como templos, aunque para ello se haya situado al margen de la industria hollywoodiense que lleva años arropándole. Ya a finales de los 80 y a través de la espléndida y efectiva Corazones de Hierro, afrontó un tema similar con la guerra de Vietnam como telón de fondo, aunque con un tratamiento más cercano al del cine de suspense. Atención, ante todo, a los sobrecogedores documentos gráficos y reales que inserta antes de los títulos de crédito que dan fin a la película. La ausencia de banda sonora, demostró el silencio sepulcral de un público recién golpeado por unas imágenes que aún siguen sucediéndose en estos mismos momentos. Y es que no hay nada más terrorífico que la realidad.
Pizza Caprichosa again, cervecita, café, orujo y la necesaria recogida de un par de invitaciones para la proyección, durante la tarde de hoy, de la esperada Los Cronocrímenes. Mañana mismo les hablo de ella. La verdad es que tengo muchas ganas de verla.
Por cierto, cuando anoche llegué a casa y abrí la nevera para cenar, descubrí atemorizado que estaba totalmente vacía. Una voz espectral salió del interior del frigorífico: “un poco de dieta no te iría nada mal, gordinflón...”. Le perdoné lo de gordinflón, pues sé positivamente que un electrodoméstico de línea blanca no puede tener criterio alguno.
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