29.10.07

Un robo deslucido

Con Un Plan Brillante, el director de origen hindú Michel Radford, recupera una de las viejas tradiciones del cine británico: la de las películas sobre robos perfectos, calibrados al milímetro y llevados hasta las últimas consecuencias. Si tenemos en cuenta que la cinta está ambientada en los años 60 (época en la que más productos de este estilo se estrenaron), es de lo más normal que le hayan añadido un claro toque de sofisticación a los ropajes de su protagonista femenina; una Demi Moore dispuesta a regresar con fuerza a las pantallas de todo el mundo. Es indudable que, para la actriz, un trabajo de gran lucimiento interpretativo y físico como éste, ha significado uno de los motivos principales para recrear, de forma estoica, la figura de una dama norteamericana que, instalada en Londres y tras haber cursado sus estudios en Oxford, termina por adquirir un importante rango en el escalafón laboral de la muy hermética London Diamond Corporation, la principal empresa de diamantes en el mundo durante esa época.

Una película sobre resentimientos, envídias y venganzas personales que, en el fondo (demasiado en el fondo), deja entrever cierta crítica a la falsedad de la tan cacareada igualdad laboral que, en los sesenta, se aseguraba que ya existía para las mujeres trabajadores. Mujeres como esa Laura Quinn que, de modo modélico, construye una madura aunque aún atractiva Demi Moore: soberbia, amargada por no serle reconocidos jamás sus méritos y siempre destinada a quedar en segunda línea en la casa en la cual presta sus servcios. No es de extrañar que, después de oir varios rumores sobre su inminente cese, decida engancharse a ciegas a una esperenzadora (y alucinante) propuesta, planteada por uno de los personajes más ancionos de la empresa; un empleado del personal de la limpieza del ampuloso edificio en el que ambos trabajan. El hombre atiende por el nombre de Mr. Hobbs; lleva muchos años en el turno de noche y, con su experiencia, asegura tener en mente un brillante plan para extraer del local cuantos diamantes quepan en su viejo termo de café.

Michael Caine es ese hombre mayor, y nada chocho, que última los detalles de un golpe singular; un robo que, una vez cometido, sorprenderá a propios y a extraños y del que, difícilmente, se podría llegar tan lejos con la mínima ayuda de un minúsculo termo. Un Michael Caine en su máxima expresión, demostrando, contra viento y marea, que él, a pesar de los achaques que presenta su personaje, quiere seguir al pie del cañón como si se tratara del primer día.

Él, mediante un singular aspecto de abuelito cojitranco y al límite de la precariedad económica, le da el toque de humor necesario a la cinta para que ésta se soporta un tanto mejor. Un humor socarrón y previsible que, sin embargo, debido a su estandarizado rol, ayuda a digerir mejor un trabajo con demasiados altibajos en su haber y con un sinfín de puntos oscuros (e incluso moralistas) en su resolución final.

Narrada a través de un ritmo bastante cansino, lo mejor de la cinta se localiza en la fuerza otorgada a los chispeantes diálogos de ese atrotinado Hobbs dispuesto a hacer el atraco del siglo, a pesar de que su físico y su perenne cojera, puedan girársele en contra suya. Es innegable que Demi Moore también aguanta a la perfección casi todo el metraje en pantalla pero, a pesar de ello, los momento de Caine en solitario o incluso en compañía de ella, resultan de lo más delicioso y entrañable.

Un Plan Brillante se inicia en nuestros días, justo cuando una joven periodista entrevista a una envejecida Demi Moore para un reportaje dedicado a las "mujeres que dirigieron". Ella, ante el micrófono, narrará sus tensas relaciones con la Londonn Diamond Corporation y, al mismo tiempo, hará referencia a su accidental alianza con Mr. Hobbs. Un largo flash-back se encargará de otorgarle el papel de la invisible maestra de ceremonias de un film que, a pesar de sus buenas intenciones críticas (tanto políticas como sociales), no acaba de convencer al cien por cien.

La falta de credibilidad en muchos de los aspectos que hacen referencia a la realización del golpe, el tufillo moralista que desprende su parte final y todos los forzados detalles que apuntan el desenlace del personaje de Demi Moore, dañan de modo considerable las coordenadas de un trabajo bien planteado que termina por derrumbarse debido a la endeblez de su guión y a la falta de interés en su vacía puesta en escena. Sin un poco más de chicha, de nada sirve que la actriz, en un esfuerzo considerable, se haya acercado estéticamente a la estela glamourosa dejada por Audrey Hepburn o la Tippi Hedren de Marnie.

Un golpe deslucido; de aquellos que sabe mal no hayan podido llegar mucho más lejos, perdiéndose en lujos y tiempos muertos innecesario. Pero menos da una piedra. Y disfrutar viendo la sabiduría interpretativa de Caine o gozar con la exquisita madurez de Moore, bien vale una misa. Además: ¿qué me dicen de ese cartel, tan guapote, sesentero y con un look muy a lo Desayuno con Diamantes?

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