El otro día, un buen colega mío, con el que me une una gran amistad (tanto profesional, en el mundo de la radio, como personal) me llamó desesperado tras haber visto la película del Shyamalan, El Bosque. Estaba aterrorizado ya que, sólo empezar, en su primera escena, descubrió un engaño ciertamente escalofriante para despistar al espectador. He de reconocer que yo no caí en él, pero haciendo memoria, es verdad, allí está. Una trampa como un piano que desmorona todo el devenir de la historia, haciendo que su media hora final sea tan vergonzosa como imposible.
Ayer, de golpe, me acordé de un magnífico (¡excepcional!) título de Robert Mulligan de 1972, aquel que dirigiera la entrañable Matar a un Ruiseñor. Su única incursión en el fantástico. Escalofriante. Unica. Macabra. Se trata de El Otro, una historia que, sin ir más lejos, se acerca al cien por cien a las coordenadas de todo el cine de Shyamalan. Tanto por su temática como por su manera de narrar. Reposado, con algún que otro susto por en medio y desvelando las claves de su intrincada descripción hacia su parte final. Volviéndolo a ver ayer noche en vídeo, disfruté como un cosaco y me hizo cuestionar la de veces que se lo habría tragado el realizador de El Sexto Sentido antes de empezar en esto del cine.
La cinta nos enfrenta a una pequeña comunidad rural, de granjeros, allá por los años 70. Dos hermanos gemelos son sus protagonistas. Uno es bueno y débil; el otro es un crío malvado y de malos instintos. Su madre está en la inopia, atrapada en una depresión sin salida. Un anillo y una serie de muertes entre sus vecinos y allegados marcarán ese pequeño enclave.
No seguiré. No quiero apuntar más cifras para este inmenso largometraje. Un largometraje que juega a la sorpresa. Pero de manera nada artificiosa. Totalmente honrado en sus premisas. Todo está colocado en su sitio exacto para que, al montar el puzzle final, le sorprenda realmente. Sin artimañas falsas ni mentiras. Respetando siempre un punto de vista, el de uno de los dos hermanos, el del bueno y atreviéndose, al mismo tiempo, a homenajear sin complejo alguno a una de las grandes del género, Freaks (aquí pésimamente traducida como La Parada de los Monstruos). Y digo sin complejos, y con la frente bien alta, porque Mulligan, con El Otro, consiguió una de las cimas más elevadas del fantástico.
Ángeles e iconos religiosos nos acercan al tema central de la película, ya que ésta, bajo los acordes de un inquietante Jerry Goldsmith, nos habla de la muerte. Más que de la muerte, del miedo que tenemos los humanos cuando hemos de enfrentarnos a ella. Tanto a nuestra propia muerte como a la de un ser querido, próximo. Y de los pequeños trucos que todos tenemos para esquivar esas situaciones, para hacer más llevadera esa ausencia o para ahuyentarla de nuestras vidas.
Por desgracia no está editada en DVD. ¿A qué espera la gente de la Fox para hacer un lanzamiento, con todos los honores, de esta obra? Pero no desesperen, sobre todo aquellos que tengan Digital + (Canal Satélite, vaya), pues la cinta hace pocos días que ha entrado en la parrilla de programación de Cinemanía Clásico. Aprovechen esta ocasión, si no la han visto nunca, y conocerán otra de las influencias de Shyamalan. Y es que sus maestros estaban muy por encima de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario