Cae la noche sobre Los Angeles. Vincent, un asesino profesional, acaba de llegar a la ciudad con el encargo de eliminar a cinco personajes diferentes antes del amanecer. Para ello no dudará en alquilar los servicios de Max, un taxista un tanto soñador con ganas de cambiar de oficio... Ésta es la premisa argumental con la que arranca Collateral, la última película de Michael Mann y con la que, posiblemente, se rehaga del batacazo que le supuso su última incursión cinematográfica, Ali, el larguísimo y fallido biopic sobre Cassius Clay.
Atrás quedan los tiempos de su debut como realizador, a través de un thriller tan correcto y poco habitual como Ladrón (una de las películas con uno de los finales más crudos de la década de los 80) o con la primera transposición al cine del universo de Hannibal Lecter, con Hunter, un irregular film, excesivamente influenciado por las modas televisivas de su época, que fue revisitado por Brett Ratner, hace un par de años, con una nueva (y olvidable) versión, El Dragón Rojo. Aunque quizás su estilo más sobrio y seco lo vertiera en sus dos trabajos definitivos, a cual mejor, el explosivo Heath (un thriller de polis y ladrones, hurgando en las vidas privadas de sus protagonistas) y El Dilema, un melodrama intrigante que arremetía sin cortapisas contra todo tipo de corporativismos.
Con Collateral se aleja un poco de la profundidad narrativa con que vistió a esos dos excelentes productos antes citados, apostando más por un título de consumo directo, pero sin renegar, por ello, a su particular estilo. Es por todo esto que Mann se toma su tiempo para contar la historia. Paso a paso, sin prisas, saboreando la situación, disfrutando de las conversaciones entre el asesino y el taxista y regalándonos, de vez en cuando, un pequeño brote de violencia para que el espectador no se desenganche. Gato viejo este hombre.
La cinta va avanzando, tranquilamente, sin muchas sorpresas. Pero esa atmósfera inquietante que rodea a sus dos protagonistas, amparada por una maravillosa fotografía de Los Angeles en plena noche, está dando a entender que algún bombazo trepidante va a caer, de un momento a otro y en el instante más impensado. Pero Mann alarga inteligentemente la espera, nos deja saborear, con cierta tranquilidad, dos excelentes interpretaciones, la de un sorprendente Jamie Foxx (un hombre de color con nombre de actriz de cine porno) y la de un perverso Tom Cruise que, en esta ocasión (¡gracias a Tutatis!), no se dedica a robar planos a diestro y siniestro al resto de sus compañeros, consiguiendo un buen retrato de un desalmado y frío sicario. Vale la pena anotar aquí que éste no es el primer papel de villano en la carrera del actor, a pesar de la publicidad falsa y machacona en este aspecto, ya que nadie parece acordarse que en tiempos fue Lestat de Lioncourt, un sanguinario vampiro, en la interesante Entrevista con el Vampiro.
Una pequeña e inesperada colaboración de nuestro gran Javier Bardem (en la piel de un mafioso cubano) abre una de las mejores y más impactantes escenas de este film, un espectacular momento, bajo las luces intermitentes de una discoteca abarrotada y deudor directo de aquel maravilloso tiroteo, a plena luz del día, conque nos obsequió en Heath, demostrándonos, de nuevo, que Mann es un tipo altamente dotado para darle magnitud y originalidad a la acción. Ríanse ustedes de John Woo.
Y ríanse también de Brian de Palma, aquel al que durante una época se le consideró el discípulo aventajado de don Alfred Hitchcock (más por su afán incontrolado de imitación que por ingeniosidad), ya que Collateral, reposada aunque misteriosa, desemboca en una agitada e inmejorable media hora final, que bien quisiera haber filmado el citado de Palma. Al contrario que éste, Mann rehuye cualquier tipo de excesos, se centra en su historia y consigue un alto grado de suspense (¡de piel de gallina, oigan!), no conseguido en cine desde que Harrison Ford, en El Fugitivo, huía de sus perseguidores estando acosado en el interior de un gigantesco edificio gubernamental.
Dejen de lado alguna que otra concesión no muy creíble y déjense llevar por el juego que les propone Collateral, sin más. Disfrútenla. Vale la pena.
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