21.10.04

Ha nacido una estrella

A veces me resulta casi imposible comprender porqué gente con el status de Al Pacino, acaban aceptando papeles en productos tan poco atractivos como S1m0ne (léase Simone). ¿Acaso, antes de comprometer su participación, no leen el guión? Porque, la verdad, la historia de S1m0ne no conduce absolutamente a ningún lado y el único interés plausible de Pacino por dejarse enrolar en él debe estribar en su permanencia absoluta en pantalla. Y a su millonario caché, por supuesto. Total, un Festival Al Pacino, en el que llora, ríe, se desmelena, brinca y gesticula a sus anchas, sin que, de todas maneras, llegue a caer en ningún momento en la temida sobreactuación. Y es que uno ya no puede confiar ni en las grandes estrellas a la hora de descubrir un buen producto.

Y de eso, de las estrellas, habla S1m0ne, pues la Simone del título es una estrella prefabricada, de esas que surgen de la nada y que, en un solo fin de semana, se convierten en el personaje más popular del planeta. De la noche a la mañana, como por arte de birlibirloque que, en el fondo, es lo que hace el personaje de Al Pacino, Viktor Taransky, con ella, con la susodicha Simone. Les cuento. El tal Taransky es un director idealista, lleno de fracasos en su carrera cinematográfica que, tras ver como su actriz principal abandona su nuevo rodaje a media filmación, acabará recurriendo a los consejos de un informático alucinado y moribundo que le deja, en herencia, un espectacular software. Un programa increíble con el que dará vida a una estrella. Una estrella que potenciará su película por todo lo alto y de cuya virtualidad binaria sólo será sabedor el propio Taransky, a pesar de que nunca podrá dejar que ella se muestre en público. Toda una gran mentira al servicio de una nueva actriz (inexistente) que desbancará a todas sus compañeras, incluso en eso de la gala de los Oscar.

La segunda lectura del film resulta interesante ya que, en parte, demuestra la gran mentira que existe alrededor de todos los mitos cinematográficos, habidos y por haber. Esa creación de un mundo de fantasías e ilusiones tan (o más) ficticio que el de la tentadora y atractiva Simone virtual. Una chica tan femenina y fascinante que, de existir en realidad, provocaría las iras de todos los colectivos feministas, del primero al último, ya que esa muchacha, guapa e inteligente, servicial y sumisa para con su creador, no es más que la ilusión de la mujer perfecta nacida de la mente de un hombre, de un macho, en ese caso Taransky, quien, a través de su mente, hace que ella se mueva y opine a su antojo, a su imagen y semejanza, siempre ideal, nunca rebelde. Yo también me apuntaría a una mozuela así, sexy y sin rencores.

Lo triste es que la película se queda en agua de borrajas, dejando aparte ese simpático homenaje a algunas de las stars más famosas (de Monroe a Audrey Hepburn) en la escena en que Taransky, dándole los últimos retoques a su muñequita particular, elige un detalle muy concreto de todas ellas. En general, S1m0ne tiene muy buenas intenciones, pero sólo se queda en el apunte, ya que de su puesta en escena y de su guión es mejor olvidarse, ya que acaba convirtiéndose en una poco inspirada fábula sobre el Hollywood contemporáneo, con cuatro toques melodramáticos forzados y un par de gags patéticos en los que nos muestra los ingenios del personaje de Al Pacino para seguir escondiendo su preciado secreto al resto del mundo.

Y es una lástima que un tipo como Andrew Niccol, su guionista y director, no haya sabido darle otro enfoque a la comedia. Intenciones no le faltan, pues esboza en varias ocasiones la dependencia (casi alucinatoria) del creador para con su criatura, como ese doctor Frankenstein empecinado en darlo todo por salvaguardar a su monstruo. Pero se queda allí, en el esbozo, en el simple trazo, sin continuidad alguna. Y digo que es una lástima, pues Niccol empezó su carrera pisando fuerte, primero como responsable total de Gattaca (esa perfecta cinta de ciencia-ficción sobre una sociedad de clónicos que bien hubiera querido Hitchcock tener entre sus trofeos) y, después, como guionista de la original El Show de Truman. Está claro que al hombre le gusta entrar a saco en temas irreales, en las sociedades perfectas (entre comillas) y en la duplicidad de personajes. Pero S1m0ne le quedó a medias... y llegó resoplando a la línea de meta.

Esta visto que, con películas como ésta, poco haré para mejorar el resfriado.

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