Como cada año por estas fechas toca dar un repaso a lo mejor de la temporada, remarcando los diez títulos que, en general, más me han cautivado. He de decir que la elección ha sido difícil, por lo cual se han quedado en el tintero excelentes películas como el Tintín de Spielberg, Melancolía de Von Trier o La Conspiración de Robert Redford, entre otras muchas, incluida Piraña 3D, uno de los productos más gamberros y atrevidos del 2011.
Al igual que en ocasiones anteriores, irán numeradas de lo mejor hasta lo más mejor. O sea, del 10 al 1.
10.- El Hombre de al Lado. Un melodrama sorprendente, con pinceladas de comedia altamente cínica y dotado de un aire a lo thriller psicológico. La cinta, dirigida al alimón por los argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat, plantea una historia de mal rollo entre dos vecinos que se ven enfrentados por la construcción de una nueva ventana en el domicilio de uno de ellos. Un par de personajes antagónicos -un diseñador moderniqui y un chuleta sin oficio ni beneficio-, al servicio de un minimalismo estético y narrativo que, por su originalidad, acaba atrapando al espectador. Largos silencios, sonoros mazazos y un sinfín de miradas amenazadoras, ayudan a crear una de las atmósferas más asfixiantes de la temporada. Un curioso ejemplo de como, a partir de un minúsculo grano de arena, se acaba creando una montaña gigantesca. Y, de propina, dos interpretaciones mayúsculas: las de Rafael Spregelburd (el pijo engreído pirrado por las formas de Le Corbusier) y Daniel Aráoz (el quincorro amenazador). Atención porque, en el fondo, nada es lo que parece.
9.- El Mundo Según Barney. Una excelente comedia, de claros tintes melodramáticos, que pasó un tanto sin pena ni gloria por la cartelera española. Dirigida por Richard J. Lewis (un hombre formado en el ámbito televisivo), narra la vida de un estresado productor televisivo, desde sus inicios en el mundo de la farándula hasta sus últimos días aquejado de Alzhéimer. Un trabajo divertido y conmovedor a partes iguales, en el que cabe destacar la espléndida interpretación de Paul Giamatti metido en la piel de Barney Panofsky, un tipo corriente, ni bueno, ni malo, aunque sí muy obsesivo, que ha pasado por la Tierra consumiendo tres matrimonios y convirtiéndose en el principal sospechoso del asesinato de uno de sus mejores amigos. Atención a la presencia de un supremo Dustin Hoffman en el rol de un policía jubilado y padre de Barney: sencillamente insuperable. No puedo negar que la emotividad de su recta final me provocó unas cuantas lagrimillas.
8.- Winter’s Bone. Una historia dura y triste, muy triste, a veces escalofriante. Escenarios grises, en los que la suciedad y la dejadez campan a su aire, plagados de personajes desarraigados, incultos y salvajes, como la propia naturaleza que les rodea. La América profunda no es moco de pavo y Debra Granik, su directora, retrata ese microcosmos enfermizo con una frialdad rotunda y a través de la historia de una niña de 17 años que deberá hacerse cargo de sus dos hermanos menores y de su madre enferma tras la desaparición de su padre, un hombre que siempre salió adelante a base de trapicheos, tráfico y cocinado de drogas incluido. Un thriller melodramático, agónico y estremecedor que se acerca a los habitantes de una tierra que se rigen por sus propias normas. Una mafia distinta a la que el cine y la televisión nos han mostrado a lo largo de los años y, en la cual, la ley del silencio es su precepto sagrado. Una cinta desgarradora, de clanes familiares no declarados y con demasiados lazos sanguíneos entremezclados, en donde el miedo y la inseguridad campan a su aire. Una pequeña joya del cine independiente en la que destaca la labor de su protagonista femenina, la jovencísima y sorprendente Jennifer Lawrence.
7.- Un Dios Salvaje. Si el año pasado Roman Polanski ya estuvo con El Escritor entre las 10 mejores de Spaulding’s Blog, en esta ocasión repite con un trabajo mucho más cerrado y hermético. Filmada entre las cuatro (teóricas) paredes de un apartamento neoyorquino, la película relata, en tiempo real, el encuentro de dos matrimonios para hablar de la pelea callejera que ha enfrentado a sus dos hijos. Una comedia caustica y visceral tras la que se esconde una disección de las debilidades del ser humano. Un enfrentamiento a dos bandas que, a pesar de significar un drama tremendo, provoca la hilaridad del público gracias a sus espléndidos diálogos y a la labor de sus cuatro insuperables protagonistas, a cual mejor. Una mirada atroz y con un sentido del humor diabólico hacia una sociedad cansada y estresada. Polanski sigue estando en estado de gracia.
6.- El Demonio Bajo La Piel. Una de las propuestas más radicales, en cuanto a violencia se refiere, del año 2011. Basada en la novela de Jim Thompson The Killer Inside Me, la cinta se centra en el personaje de Lou Ford, el joven ayudante del sheriff de una pequeña población tejana convertido en un sanguinario criminal. La perfecta recreación del Texas de los años 50, la magnífica interpretación de un Casey Affleck metido en un papel que rompe moldes con respecto a su carrera anterior y la sorprendente presencia de una insinuante Jessica Alba, son sólo algunos de los detalles que lo convierten en un producto ciertamente notable. Súmenle a ello un par de pasajes totalmente descarnados (aunque muy acordes con el universo literario de Thompson), un poco de delirio narrativo y un mucho de cine negro en estado puro. La bestialidad está servida. Ahora tan sólo es cuestión de racionalizarla y descubrir los paralelismos que plantea Michael Winterbottom, su director, con el mundo del polémico David Lynch.
5.- No Habrá Paz Para Los Malvados. A pesar de no haber sido un buen año para el cine español, Enrique Urbizu ha conseguido uno de sus trabajos más brillantes y cáusticos tras la memorable La Caja 507. Al igual que en ésta, de un hecho aislado se pasa a un entramado mucho más oscuro y peligroso. Sólo es cuestión de abrir la caja de Pandora y dejar que asomen los truenos. Para ello el director vasco cuenta con el personaje de Santos Trinidad, un policía cincuentón, quemado en su profesión y en su vida privada, que durante una noche de borrachera acaba con la vida de tres personas en un puticlub y que, en cuyo afán por borrar las pistas del crimen, dará sin proponérselo con un asunto que podría hacer peligrar la seguridad nacional. Un guión preciso, sin lagunas: no muestra del todo sus cartas; incluso oculta algunas, dejando que el espectador las intuya y las descubra por sí mismo. José Coronado, al igual que en La Caja 507, está que se sale. Atención a la sangría inicial, a los tres últimos (y escalofriantes) planos consecutivos y al montón de inquietantes paralelismos sugeridos con el 11-M. Cine más negro que este, imposible.
4.- El Origen Del Planeta De Los Simios. Para romper con las zetosas secuelas, una olvidable serie televisiva y el patético remake de Tim Burton provocados por El Planeta de los Simios (hoy en día considerado un clásico indiscutible), Rupert Wyatt ha optado por una magnética trama que dé explicación a los interrogantes que se planteaba el personaje de Charlton Heston en la magistral escena final del film de Franklin J. Schaffner de 1968. Para desvelar tales enigmas, recurre a la experimentación farmacológica abusiva con chimpancés, al maltrato que algunos humanos infligen a estos animales y a la existencia de un simio dotado de una inteligencia superior y cierto poder de liderazgo entre los suyos. Todo ello bien cocinado y revuelto para que se arme la consecuente marimorena. Un producto elegante, divertido e ingeniosamente respetuoso (a través de un sinfín de guiños) con sus predecesores cinematográficos. Un loable trabajo que consigue entretener a las plateas sin decepcionar en absoluto y que, conjugando a la perfección los efectos digitales con la acción, logra que el espectador enfatice a la perfección con César, el chimpancé protagonista tras el que se esconde la figura de Andy Serkis, el mismo actor que recientemente se ha metido bajo la piel del capitán Haddock. Una monada de película, vaya.
3.- The Artist. Un delicioso homenaje al cine mudo y, por extensión, al nacimiento del cine sonoro, a través de una historia de amor entre un famoso actor y una nueva estrella en plena subida de popularidad. Dirigida por el francés Michael Hazanavicius, el hombre demuestra tener agallas al tomar la decisión de rodar en pleno siglo XXI una película muda y en radiante blanco y negro para rendir tributo a Hollywood y a una época en concreto de la Meca del cine, utilizando para ello la tecnología actual sin copiar la caligrafía cinematográfica de entonces. Se acerca de modo cariñoso a sus dos personajes principales, al tiempo que los arropa musicalmente a través de su flamante banda sonora, el tercer gran protagonista del film. Una mezcla de comedia y melodrama que, amparándose en un sinfín de inteligentes guiños cinéfilos, potencia el trabajo de Jean Dujardin y Bérénice Bejo, dos actores que dan el pego como comediantes de esos tiempos al amoldarse a la perfección a una interpretación más física y extremadamente expresiva que la actual. Un modélico e indispensable canto de amor al nacimiento del Séptimo Arte.
2.- Drive. Justo recién estrenado esta semana, se trata de un título que pude disfrutar con anterioridad en la última edición del Festival de Sitges. Un thriller muy en la línea de los que se realizaban en los años 70. Un producto duro y compacto que retrata los avatares que sufrirá un experto conductor tras colaborar en un atraco que finaliza de la peor manera posible. Un guión de envergadura, narrado con pausa y aderezado con febriles y contundentes golpes de violencia, envuelve a la meticulosa dirección del holandés Nicolas Winding Refn. Atención a sus escenas de acción (encomiable la manera clásica y sin aspavientos de acercarse a las persecuciones automovilísticas) y a la modélica interpretación de su protagonista principal, Ryan Gosling, secundado a la perfección por gente como Carey Mulligan o Ron Perlman. Cine negro del de toda la vida, con mafias chungas y un héroe con visos de perdedor. Para no perderse ni un solo detalle.
1.- 13 Asesinos. La última cinta de Takashi Miike estrenada en España se trata, en realidad, de un remake de un viejo film de Eiichi Kudo de 1963 tras el que se esconde un gran homenaje al cine clásico de acción de toda la vida y, en particular, a Los Siete Samuráis de Akira Kurosawa. La épica de la batalla y el romanticismo de la aventura unidos a través de una narrativa tan academicista que es inevitable, durante su visionado, pensar en gente como John Ford o el citado Akira Kurosawa. Por suerte, en esta ocasión el realizador nipón deja a un lado su faceta más iconoclasta y nos obsequia con una ración de gran cine; de CINE en letras mayúsculas. Para ello, ambienta la historia en el Japón feudal y se centra en la figura de un samurái que ha sido convocado por sus superiores para acabar con la vida del violento y ruin hermanastro del actual Shogun, un tipo sin escrúpulos, posible sucesor en el poder, cuyos actos violentos e injustificados pudieran terminar con la paz del país. Una primera parte sosegada y tranquila, primordialmente descriptiva, da paso a los 45 minutos finales más febriles de la historia del cine, a través de una brutal batalla campal en la que 13 samuráis pelearán contra un ejército de 300 hombres. Una lucha sin tregua que no deja títere con cabeza ni cede tiempo al aburrimiento; un delirio visual, de ritmo endiablado y filmado de forma magistral, en donde la coreografía y el montaje cobran un protagonismo esencial. Para sacarse el sombrero.
En un próximo post, las 10 peores del 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario