28.9.11

La caja de Pandora

Enrique Urbizu, tras el paréntesis que supuso la interesante La Vida Mancha, con No Habrá Paz Para los Malvados regresa al género que más domina: el cine negro. Y lo hace a través de un personaje único, Santos Trinidad, un policía cincuentón, quemado en su profesión y en su vida privada, que durante una noche de borrachera acaba con la vida de tres personas en un puticlub.

Al igual que en La Caja 507, de un hecho aislado se pasa a un entramado mucho más oscuro y peligroso. Sólo es cuestión de abrir la caja de Pandora y dejar que salgan los truenos. Si en La Caja 507, el atraco a un banco de la Costa del Sol ponía de manifiesto una trama de corrupción urbanística a altos niveles, en No Habrá Paz, la búsqueda por parte de Santos del único testigo de su matanza le conducirá hasta un asunto que podría hacer peligrar la seguridad nacional.

No Habrá Paz Para los Malvados posee un inicio magnífico y visceral, capaz de captar la atención del público en todo cuanto acontece a continuación. Es cierto que, a pesar de seguir manteniendo el interés, la fuerza de su prólogo se desvanece un tanto en la intrincada batida de Santos y en la investigación paralela que realiza una juez para descubrir al autor del triple asesinato. Una carrera a contrarreloj, la de ambos, que les conducirá hasta un mismo e impensado punto. Un camino tortuoso que el realizador vasco retrata sin prisa pero sin pausa.

Urbizu, con la ayuda de Michel Gaztambide, su guionista habitual, ha urdido un argumento preciso, sin lagunas. No muestra del todo sus cartas. Incluso oculta algunas. Sencillamente, deja que el espectador las intuya y vaya descubriendo, poco a poco y por sí mismo, lo que se esconde tras las pesquisas de un personaje al límite al que un José Coronado en estado de gracia le otorga una entidad muy especial; un actor a mi gusto de registros muy limitados que, sin embargo, siempre ha estado magnífico en el cine de Urbizu. Tanto es así que, en esta ocasión y cargando con un rol resbaladizo, logra meterse al público en el bolsillo.

Si les va el género negro, no la dejen escapar. Acérquense a ella, descubran escalofriantes similitudes con el 11-M y disfruten de esos tres planos consecutivos, cargadísimos de mala leche, con los que cierra la historia. Para poner los pelos de punta.

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