9.9.11

EN RESUMIDAS CUENTAS: Un güestern, una cena y una boda

Blackthorn significa el regreso tras la cámara, después de una década de inactividad, de Mateo Gil, aquel apadrinado de Amenábar que debutará en 1999 con la efectiva Nadie Conoce a Nadie. Ahora lo hace a través de un western un tanto mimético y cerrado, de aquel tipo de trabajos que encantan a la crítica e irritan a la mayoría de espectadores. En él recupera la figura del mítico Butch Cassidy emparejándola con la de un joven ingeniero español que, instalado en las Américas, acaba de robar en la mina de un reconocido empresario boliviano.

La historia no es que dé para mucho. Lo de resucitar a Butch Cassidy y negar que muriera tiroteado en Bolivia al igual que su compinche Sundance Kid, tiene su gracia. Su cuidada realización, su modélica puesta en escena y un espléndido Sam Shepard se alzan como lo mejor de un western con vocación gafapastosa. Lento, aburrido y reiterativo cuenta, además, con la irritante presencia de un edulcorado Eduardo Noriega. Imprescindible verlo en su versión original subtitulada. Supongo que doblado aún resulta más decepcionante.

Cena de Amigos es una bienintencionada película francesa, muy en la línea de Pequeñas Mentiras Sin Importancia, que retrata el encuentro de un grupo de amigos en el que ninguno de ellos está realmente en el estado moral y psíquico que aparenta antes los demás. Las falsas apariencias y la hipocresía harán mella en la que tenía que ser una agradable cena.

Dirige Danièle Thompson y cuenta con la presencia de nombres tan efectivos como los de Patrick Bruel, Emmanuelle Seigner (que mayorcilla empieza a estar la mujer) o, entre otros, un mayúsculo Dany Boon que, alejándose de los papeles astracanados a los que nos tiene acostumbrados (Bienvenidos al Norte, Micmacs), sorprende con la construcción de un personaje mucho más directo y emotivo. Una comedia satírica, muy efectiva y de marcado tono melodramático. Maneja con sabiduría el juego de las emociones y, con él, se monta su muy particular ¡Qué Ruina de Función! (Noices Off...) al mostrar al espectador las bambalinas de la vida misma.

La Boda De Mi Mejor Amiga es uno más de aquellos films que, en su título, se aloja la palabra “boda” generalmente acompañada del sustantivo "amigo", "amiga" o de derivaciones de todo tipo y que, en muy poco, se diferencia de éstos. Quizás, en esta ocasión, su primera parte se desmarca de otras cintas similares gracias al personaje al que da vida una divertida Kristen Wiig quien, con sus acciones políticamente incorrectas, logra llamar la atención de los más gamberros de la platea. Ella interpreta a Annie, una joven cuya vida está resultando un desastre a todos los niveles y que tendrá que ejercer de dama de honor en el día de la boda de su mejor amiga.

El irreverente planteamiento del film (totalmente cercano a las coordenadas del universo de Apatow, su productor, aunque en versión femenina), su perversa vena escatológica y el buen ritmo de comedia que consigue, se deshinchan en su recta final, en donde el tono hilarantemente blasfemo que destilaba se transforma en un caramelo no apto para diabéticos. Sin ese cambio tan tópico y ajustando su desorbitado metraje (125 minutos), seguramente podría haber sido una comedia mucho más aceptable... aunque sólo fuera por el buen hacer de una imparable Wiig quien, curiosamente, también ejerce de guionista al lado de Annie Mumolo.

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