21.9.11

John Wayne alucinaría pepinillos

Cowboys & Aliens es el nuevo film de Jon Favreau, el mismo de los dos Iron Man, lo cual, de entrada, ya no otorga grandes perspectivas. Producido, entre otros, por Ron Howard y Steven Spielberg y basado en la novela gráfica de Fred Van Lente y Andrew Foley, acerca al espectador, tal y como su título indica, a un cruce entre el western y el cine de extraterrestres.

Lo que podría haber sido un trabajo más o menos original, se queda en una cosita mínima, olvidable. Básica, básica, basica. Cowboys & Aliens no va más allá de su propio título. Vaqueros y extraterrestres, Un amplio y a priori atractivo casting al servicio de la nada absoluta. Y es que el amigo Favreau no da para mucho.

Su inicio es el típico y tópico del western de toda la vida. Forastero, en este caso amnésico y con una extraña pulsera en su muñeca izquierda, llega a un pequeño y desolado pueblo, de nombre Absolution, en el que no se siente bien recibido. Allí, un viejo coronel yanqui reconvertido en ganadero, se ha convertido en el prepotente amo del lugar. Cuatro sorpresas (lo de "sorpresa" es un decir) en cuanto al personaje del forastero y su relación con el ganadero, intentan animar la función. De repente, cuando los guiños al cine del oeste se han agotado, la cosa da un giro y entran en escena un montón de naves extraterrestres que se dedican a secuestrar a los habitantes del lugar.

La fiebre del oro acaba de empezar. Y es que a los alienígenas les va más el oro que a un tonto un chupa-chups. Lo suyo es regresar a su planeta provistos de grandes cantidades del metal preciado, cueste lo que cueste. Pero para eso, para impedírselo, allí está el desmemoriado del Daniel Craig y el yayo del Harrison Ford, pareja a los que se une Olivia Wilde, la enfermiza 13 del doctor House, en un papel (en realidad un "papelón") de lo más estúpido. James Bond e Indiana Jones unidos gracias a los alucinados designios de Favreau, Howard y Spielberg.

Muchos efectos especiales y ninguna consistencia argumental. El guión brilla por su ausencia. Los personajes no tienen entidad alguna. Lo único que llevaba entre ceja y ceja el Favreau era aglutinar los tics de uno y otro género y agitarlos como si se tratara de un cocktail. Ahora unos indios por aquí, ahora una batería de efectos por allá. De historia nada, cero. La gran marcianada. Y digo yo: si lo que buscan es oro, ¿para que narices raptan a los habitantes de Absolution?

Una inmensa tomadura de pelo que, a buen seguro, bajo los auspicios de la serie B y con otro director más espabilado, hubiera obtenido mejores resultados.

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