3.5.07

Científico, conquistador y viajero astral

Fue acabar La Fuente de la Vida y encenderse las luces de sala, que un servidor se había quedado estupefacto. Atónito. Con la boca abierta de par en par, sin poder decir ni mu. ¿Qué rayos acababa de ver? ¿Qué narices diría en la página sobre esta película del Darren Aronofsky, el mismo tipo que se atrevió con Pi?

Una vez en la calle, y cavilando aún sobre como enfocar la crítica, recordé que en el bolsillo de mi americana llevaba una pequeña grabadora. ¡Eureka! Era el momento propicio de utilizarla. Miré a diestro y siniestro, buscando una víctima a la que interrogar sobre el film pues, ante un producto como éste, que otro se estruje las neuronas por mí. Un tío greñudo y con gafas de pasta pasó por mi lado, lanzándome una amenazadora mirada; de esas miradas tras las que se esconden un claro “no te atrevas ni acercarte a mí”. Le leí el pensamiento y dejé que se fuera, calle arriba, con El País colocado bajo la axila derecha. Seguramente, la opinión de ese personaje aún hubiera colapsado más mi menguada capacidad de raciocinio.

De pronto, ante mí, aparecieron un hombre y una mujer, ambos de unos 60 años y cogiditos del brazo. Él era un tipo larguirucho y calvo; ella era toda una matrona, de las de antaño, bajita, regordeta y de mofletes colorados. Me aproximé a ellos con la grabadora conectada.

- Por favor, ¿podrían darme su opinión sobre la película que acaban de ver? – les acerqué el micro y ella, al momento y con total soltura, se apalancó ante él, no si antes soltarse del brazo de su marido a la voz de “Alfonso, déjame a mí, que esto debe ser para una radio importante” .

Aquí acaba mi introducción. A continuación les transcribo, textualmente. las sabias palabras de esa mujer, doña Paquita Ballesteros. Y yo, sin vergüenza alguna, subscribo, al cien por cien, todas las opiniones vertidas por ella a lo largo de su clarificador soliloquio. Sin más dilación, dejaré a la señora Ballesteros con todos ustedes:

“Pues mire, caballero... Estoooo.... Está muy bien hecha, ¿no? Se nota que lo de la tecnología y los efectos especiales han avanzado mucho en esto del cine. La historia que cuenta es un poco complicailla, como extraña; parece todo como muy intelectualillo... No, no es que no la haya entendido, no, ¡qué va! Todo lo contrario. Lo que ocurre es que, al estar contada en tres niveles diferentes, una, a mi edad, a veces se pierde un poco. ¿Me sigue, no?

Lo que no he tenido muy claro es que, en la reseña del diario que compra cada día mí Alfonso, ponía que, el chico aquel que hacía de Lobezno en las de los
Equismén, en ésta hace el papel de un astronauta. ¿Astronauta? ¡Cosa más rara! La verdad es que yo no he caído en ello, pues pensaba que se trataba de un médico o de un científico... Aún no lo tengo muy claro, pero el hombre trabaja en algo relacionado con la ciencia y los experimentos, y está siempre en una especie de laboratorio como el del Grissom, aquel tío al que le van los insectos y siempre está con el microscopio arriba y abajo... lo del CeSí, vaya... ¿el de Las Vegas, no?... ¡Qué maja es esa serie!

Bueno, yo juraría que el Lobezno, digan lo que digan, es médico, porque opera de un tumor en la cabeza a un mono. Y el chico, el Lobezno, que es muy bueno, está nervioso y preocupado porque su mujer también tiene en la cabeza algo gordo y con mala pinta, parecido a lo del mono. Y tiene miedo de que se le vaya a morir de un momento al otro. Y como él la quiere mucho, aún se pone más de los nervios al temerse lo peor. Pero, de golpe y porrazo, él empieza a imaginarse que es un conquistador, como el Colón o el Diego Cortés (¿o era Germán?), y de este modo viaja al pasado y se encuentra con los mayas... un poco como en esa del
Eucaliptu del Gibson.... el actor aquel que también dirigió aquella tan bonita en la que pegaban a Cristo. ¡Cómo lloré con la del Cristo, oiga! Pobrete, ¿no?

Y aquí no acaba todo. El Lobezno, además de hacer de médico o científico (o austronauta) y de Colón, también hace como de visionario o algo así. Eso no me ha quedado muy claro, pero para ese papel (que es del mismo personaje del médico o el científico, aunque en estado avanzado o futurista), el chico va completamente calvo. Allí me recordo a aquel señor que cada año, por Navidad, se sopla la mano para lo del Gordo. Bueno..., la cosa es que quiere mucho a su mujer y, como teme que se le muera, con la ayuda del mono operado y de un secreto que tienen muy bien guardado los mayas, pretende encontrar la fuente de la vida (por eso el título, ¿no?). Y que, en verdad, no es una fuente: es un árbol plantado por Dios, el Ser Supremo. Y el Lobezno, en una especie de sueño, hace un viaje levitando hasta el cielo para meterse en el interior de una inmensa burbuja que flota entre nubes. Y allí, dentro de la burbuja y vestido con una túnica blanca, empieza a comerse pedazos de la corteza del árbol de Dios... que está plantado allí, en medio del cielo, vete a saber porqué. Lógico: si se va comiendo el árbol a cachitos, es lo mismo que si se metiera todo el cuerpo de su mujer dentro del suyo, pero en metáfora. ¿Es así la cosa, no? No; si no es tan rara la película, no... Ni mucho menos...


¡Que película más trabajada! ¡Y qué fotografía! Y que guapo está él, tanto de normal, como calvo o con los pelos sucios y barbudo. Éste chico, el Lobezno, me gusta mucho. En cambio, la que me hace un poco de rabia y pena, al mismo tiempo, es la pasmarota de la chica, con esa cara de acelga que tiene la pobrecilla. ¿Rachel Weisz se llama, no? Raquel, como la hija de la Antonia... ¡qué también tiene cara de acelga, la pobre! Me parece a mí que a esta actriz le deben de tener mucha manía los directores de allí, ¿verdad? Siempre, siempre, la matan. ¿No era la misma de aquella del Jardinero y las medicinas?

Pues esto. Una película muy culta, ¿no?, como muy profunda, de las que hacen pensar. Parece que no se entienda mucho y que sea un rollete, pero es bonita y tiene muchos simbolismos. Científico, conquistador y viajero astral. Tres en uno. Mira qué bien, ¿no?

Oiga, joven, por cierto: ¿esto es para la emisora del Luis del Olmo, verdad? ¿Cuando se emite?"


Doña Paquita me dio un par de besos en la mejilla y Alfonso, su marido, al tiempo que esgrimía una triste mirada de complicidad, me tendió la mano. Los dos se fueron calle abajo y yo me quedé ahí, solo, inmóvil y mirando el cartel de La Fuente de la Vida. Científico, conquistador y viajero astral. Después de las palabras de esa buena mujer, me fui más contento a casa.

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