15.5.07

EN RESUMIDAS CUENTAS: Terrorcillos

Tras el título español de El Retorno de los Malditos se esconde, en realidad, la segunda parte del remake de Las Colinas Tienen Ojos que, en el 2006, estrenara Alexandre Aja. Probablemente, ese cambio tan descarado de título, se deba a que el trabajo de Aja, a pesar de tratarse de un film interesante y bien acabado (a mi parecer mucho mejor que la versión original de Wes Craven), no llamó demasiado la atención de los espectadores en nuestro país. En definitiva: un método bastante patatero para disimular los orígenes reales de un producto que ya, de buenas a primeras ( y tratándose de una segunda parte), hubiera ahuyentado a más público del previsto.

La cinta, escrita y producida igualmente por Craven, arranca justo al final y en el mismo escenario de la entrega anterior; o sea, en esa parte del desierto californiano que, durante varios años, fue machacada por el ejército norteamericano con numerosas pruebas nucleares. En esta ocasión, una unidad de marines se acercará al lugar para entregar cierto material a un grupo de científicos allí instalados. La sorpresa de los militares será mayúscula cuando descubran que no hay ni un sólo humano en el lugar; sólo el equipo pertinente y las tiendas de campaña. Muy cerca de ellos, un grupo de mutantes sanguinarios acechan desde su escondite.

Al pasar la realización a manos de un tal Martin Weistz, la corrección con la que Aja afrontó el título anterior desaparece por completo. Aquí no existe ningún tipo de crescendo narrativo. Todo tiene el mismo tono, incluidas las interpretaciones de sus insípidos actores (la mayoría de ellos desconocidos y procedentes de la televisión). El gore dosificado que vertía Las Colinas Tienen Ojos (2006), aquí se convierte en un festival inexcusable de sangre y vísceras. Y, al estar filmada, en su mayor parte, en el interior de lo que significa una oscura mina –enclave por el que pululan los alopécicos habituales de la serie-, El Retorno de los Malditos acaba convirtiéndose en un cruce insoportable y forzado entre The Descent y Aliens.

En definitiva: un cúmulo de despropósitos (a cuál más descabellado) al servicio de una secuela que nunca tendría que haberse filmado. Una película de lo más zetoso y falso que, por suerte, no sobrepasa la hora y media de metraje.


Otro que llega a la pantalla grande con sus terrores a cuestas es Nacho Cerdà, un barcelonés que, tras una amplia carrera como cortometrajista, debuta finalmente en el campo del largometraje con Los Abandonados. Presentada en la última edición del Festival de Sitges y no muy bien acogida por la crítica y público asistente, la película se resiente, ante todo, de su alargadísima parte final, de la que, tras haber caído en un bucle narrativo y para desespero total del espectador, su realizador demuestra no saber cómo salir de él.

La cinta es el clásico producto de la Fantastic Factory, con el hombre del puro al frente de la producción (Julio Fernández). La historia -bastante incomprensible, por cierto- muestra los avatares de una mujer que viaja hasta un espeso bosque ruso (aunque, en realidad, haya sido rodada en Bulgaria) para enfrentarse con su ignoto pasado y, al mismo tiempo, cobrarse una herencia, en forma de viejo y destartalado caserío, que le ha dejado una madre a la que jamás llegó a conocer. En ese sombrío espacio -de laberínticos pasillos y numerosas habitaciones-, dará de bruces con un tal Nikolai, un tipo que afirma ser su hermano de sangre. Por si fuera poco con tal descubrimiento, ambos empezarán a cruzarse con sus propios clones. ¡Tela marinera, creánme!

Ni guión, ni diálogos naturales, ni tensión, ni nada de nada. Un puro desenfreno en el que su director mete a presión, y sin ton ni son, todos los tópicos habidos y por haber en el género. Noches de tormenta, niebla, ventoleras huracanadas, casas con vida propia, fantasmas del pasado, falsos sustos... Todo lo imaginable (y más) tiene cabida en una espiral (pretendidamente) diabólica que, finalmente, no conduce a ninguna parte. Y es que, con cuatro efectos especiales de baratillo y alguna que otra escena de tintes desagradables, es imposible hacer una película mínimamente digna.


Es una pena que Nacho Cerdà se haya desvirgado en esto de los largos con una nimiedad como Los Abandonados. Y más teniendo en cuanta que, hace unos cuantos años, sorprendió a propios y extraños con el espléndido Aftermath, un tenso y necrófago corto en el que un depósito de cadáveres se convertía en su principal foco de atención.

Por cierto: supongo que "los abandonados", en este caso y vistos los resultados, deben haber sido sus guionistas.

No hay comentarios: