Este es el inicio de Diarios de la Calle, un film típico y tópico sobre maestros con espíritu de sacrificio enfrentados a una caterva de estudiantes conflictivos. Un cóctel insustancial entre Semilla de Maldad, Rebelión en las Aulas y Mentes Peligrosas. Un más de lo mismo al que hay que añadirle –debido a sus escenas de tensión callejera- unas gotitas de Los Chicos del Barrio. Consciente de ese mezcla de títulos y con la intención de darle una visión distinta a la de éstos, su director y guionista, Richard LaGravanese, se saca de la manga un forzada guiño sobre el holocausto judío que no viene a cuento de nada.
La falsa y perenne sonrisa de Hilary Swank –digna del peor spot sobre dentífricos- es el único recurso narrativo que utiliza la actriz para dar vida a Erin Gruwell, esa profesora novata que, con su fuerza de voluntad y sus sermones de hermandad, logrará suavizar los rencores entre los agresivos alumnos de su clase; a pesar de que, en su obsesivo esfuerzo, acabe también con la paciencia de su marido. Lo de siempre en un género que nunca me ha llamado la atención. Todo huele a artificioso y a Hermanitas de la Caridad. Y más si aseguran que está basado en un caso real, como ocurre en este film. ¿Por qué, generalmente, las adaptaciones sobre historias reales son más difícles de creer que las ficticias?
Los maestros que forman parte del profesorado de la británica Cutlers’ Grammar School ya son otro cantar. Y sus alumnos, aparte de unos gamberros de tomo y lomo, son unos resabidos de mucho cuidado. Un montón de mentes preclaras que, tras aprobar con altísimas notas su último curso de bachillerato, decidirán sacrificar parte de las vacaciones de verano para preparar su examen de ingreso en Oxford o Cambridge. Las relaciones entre ellos y sus educadores más directos serán la base principal por la que irá transcurriendo History Boys, una muy pedante cinta que, dirigida por Nicholas Hytner, se ampara en el libreto de Alan Bennett que, durante todo un año, se representó en el National Theatre de London.
No es de extrañar que la mayoría de interpretaciones resulten amaneradas y extremadamente teatrales, pues el casting elegido es el mismo que representó la obra teatral sobre el escenario londinense. Muchas caras nuevas (y poco prometedoras) frente a algún que otro rostro conocido del cine inglés -y habituales de la escuela de magia de Harry Potter-, como ocurre con el eficiente y obeso Richard Griffiths (el mejor y más trabajado personaje del film, dando vida al polémico profesor Hector) y la estrambótica pero compacta Frances de la Tour, una entrañable maestra de historia próxima a su jubilación.
History Boys es un trabajo pretencioso. Los diálogos normales son suplidos, en buena parte de su metraje, por citas cultas y afectadas, casi siempre ligadas a la historia y a la literatura. Un toma y daca de cultura gratuita tras el que se esconde -debido a los temas expuestos- una clara, mayúscula y maniquea defensa de la homosexualidad por encima del resto de opciones sexuales. Y es que, en esa clase de soberbios empollones, formada única y exclusivamente por chicos, resulta raro (por no decir imposible) localizar a uno sólo -de entre el profesorado y el alumnado- que no sienta una fuerte atracción por alguno de sus compañeros o maestros. Loca Academia de "Locas" hubiera sido un título mucho más apropiado.
A pesar de los pesares, si alguien siente tentación por la propuesta de Nicholas Hytner, no deje escapar la divertidísima y accidentada clase de francés con el profesor Hector. Es una lástima que, ese desbordante sentido del humor que vierte en esa escena, no se extrapolara al resto de su plomizo metraje.
No desfallezcan ante el sombrío plan de estudios propuesto en la cartelera actual ya que, por suerte, si no hay ninguna contraorden al respecto, el próximo viernes llegará a las pantallas españolas Half Nelson. El Dan Dunne de este film sí que es un profesor entrañable y de viejas (aunque insanas) costumbres. Al amigo Dan le van más las drogas y el alcohol que un caramelo a un tonto. Durante el día, mientras imparte sus clases en un instituto de Brooklyn, se comporta como una persona cabal; un compañero más entre su nutrido grupo de estudiantes. Cuando suena la campana y todos los alumnos desaparecen del centro, el hombre se convierte en Mr. Hyde
Tal y como avancé en su día, justo antes de la ceremonia de los Oscar (a los cuales estaba nominado Ryan Gosling), el actor está excelente en su papel. A veces, no necesita ni hablar: su mirada destrozada, a causa de los latigazos de la farlopa y todo tipo de estupefacientes, es suficientemente explícita para que el espectador intuya los sentimientos más íntimos de un personaje que Gosling, a pesar de sus características autodestructivas, construye rehuyendo cualquier tipo de sobreactuación. Una maravilla compacta de interpretación al servicio de una película sobria, interesante y perfectamente narrada.
Una propuesta indi que bien vale la pena recuperar a toda costa. Y no sólo por esa citada gran interpretación, sino también por tratarse de un film que, a pesar de su aparente dureza, tiene un puntito de ternura que hace de él un producto tan atípico como su propio personaje principal, ese maltratado Dan Dunne que sólo encuentra tranquilidad, reposo y comprensión al lado de su particular hada madrina: la única de sus alumnas que ha descubierto su psicotrónico secreto.
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