La verdad es que muy poco se podía esperar de Tom Shadyac, su realizador, pues todas las comedias anteriores que ha dirigido han resultado igualmente un fiasco considerable, empezando por sus dos colaboraciones con el mismo Carrey (el primer Ace Ventura y Mentiroso Compulsivo) y terminando con la melaza ofensiva que supuso Patch Adams, la del médico payaso con Robin Williams. Y es una pena, pues por una de esas ocasiones en las que Carrey afronta una comedia con el mínimo de exageraciones posibles, el tal Shadyac opta más por adoctrinarnos en la fe cristiana que por hacernos reír a través de la sátira religiosa.
Si algo es resaltable y coñón en esta fantochada se encuentra en la presencia de Morgan Freeman. Él es el encargado de dar vida a Dios, vestido con un impoluto traje blanco y dándole una dignidad y cierto toque de cinismo. Ciertamente envidiable. ¡Qué grande es Freeman! Aunque, para dioses en el cine, me quedo con el que interpretó Ralph Richardson en esa extraña comedia que, a principios de los 80, dirigió Terry Gilliam, Los Héroes del Tiempo. En ella, el desaparecido actor inglés hacía una creación de Dios ciertamente inolvidable: un tipo serio, estirado e impoluto, portador de una vestimenta elegante, exageradamente pulido, con un toque de maldad en su carácter y, ante todo, rencoroso, pues aquel que le gastaba una mala jugada era rápidamente apuntado en una pequeña libreta negra
Como Dios , aparte de ser una película digna de ser emitida por las televisiones más cutres durante la Semana Santa (que está al caer, por cierto), es un producto insulso y vacío, que en poco (o nada) explota la vena cómica de su protagonista y que parece conformarse, tan sólo, con un par o tres de gags mínimamente salvables.
Por cierto, durante la proyección, en una breve intervención interpretándose a sí mismo, aparece un Dios de verdad: Tony Bennett.
No hay comentarios:
Publicar un comentario