American Splendor se trata del primer largometraje de ficción realizado por dos documentalistas, Shari Springer y Robert Pulcini. Un film que, sin embargo, no deja de entrever cierto tono de documental ya que, en el fondo, se trata de una nueva biografía con un tratamiento bastante distinto al habitual.
La cinta se centra en Harvey Pekar, un hombre real, de carne y hueso que, al mismo tiempo, se convirtió en el protagonista de una serie de cómics undergrounds protagonizados por él mismo y que, desde el año 1976, bajo el título genérico de American Splendor (el mismo de la película), muestra su vida diaria, su inconformismo social y su peculiar filosofía, así como retrata, con todas sus imperfecciones, los modos y costumbres de la Norteamérica obrera, formada por una amorfa masa gris de tristes trabajadores dependientes de míseros sueldos. No en vano, el propio Pekar, aparte de guionizar los tebeos protagonizados por él, trabajaba de auxiliar administrativo en los fríos y claustrofóbicos archivos de un gran hospital de Cleeveland.
En realidad, tal y como muestran en la película Springer y Pulcini, la idea de escribir una especie de diario para el mundo editorial, le vino a la cabeza a Pekar tras conocer al que sería uno de los más prestigiosos dibujantes del mundo del cómic, Robert Crumb (el cuál, curiosamente, también tiene un largometraje dedicado a él por completo). Así, poco a poco, iría plasmando en el mundo de las viñetas todo el universo de personajes que entraban a formar parte de su vida, empezando por su propia compañera sentimental.
Cine independiente, duro y puro. Todas las virtudes de ese cine y todos sus defectos están presentes en American Splendor, empezando por la ingeniosa manera de narrar la historia. Los dos directores han sacado lo mejor de su película a través de su personal puesta en escena, ya que todo cuanto acontece en pantalla está contado desde tres frentes distintos pero que, al fin y al cabo, forman un cuerpo único. Me explico: mientras Paul Giamatti encarna al personaje de Harvey Pekar, éste, el propio Pekar, aparece en varias ocasiones, a lo largo del metraje, para reafirmar todo cuanto va aconteciendo mientras, algunas veces, la imagen llega a transformarse en una especie de viñeta animada en la que convergen ciertos personajes dibujados. Por su forma y estética, acaba resultando un entrañable homenaje al mundo del cómic pero que, por su uso y abuso, deja de sorprender en la tercera ocasión en que utilizan esa imagen tan visual pero, al mismo tiempo, demasiado sobrecargada.
La película mezcla el humor más negro y cínico, casi macabro, con el melodrama, pero acaba aburriendo sobremanera por su repetitiva temática, costándole avanzar en su argumento. A pesar de su pretendida originalidad, me dio la impresión de encontrarme ante un déjà vû. Todo lo nuevo que me ofrecía, como lo de jugar con el formato del cómic en algunas escenas, acaba viéndose oscurecido por culpa de un guión poco trabajado; demasiado brillante en su primer cuarto de hora (cercano, incluso, al primerizo Woody Allen de Toma el Dinero y Corre), pero alarmantemente insulso e inconstante en el resto de su proyección.
Suerte tiene American Splendor de contar con un excelete Paul Giamatti, mucho más sobrio y contenido que en la sobrevalorada Entre Copas, pues con su interpretación hace totalmente creíble a ese ser solitario y amargado que representa, convirtiéndose, sin lugar a dudas y junto con el singular tratamiento de la historia, en lo mejor del irregular y cansino producto. El resto es lo mismo de siempre en el cine independiente que nos llega de Norteamérica en los últimos años. Y, cuando digo independiente, no me refiero a Miramax y similares ya que, sobre esa productora, habría mucho que discutir.
Y de nuevo, como colofón, incidir en el llamamiento habitual de los últimos días: ¡¡¡basta ya de biopics, por favor!!!
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