El próximo día 25 se conocerán las nominaciones al Oscar de este año. Puede suponer la segunda nominación como mejor actor para Javier Bardem. Es por ello que he rebuscado entre mis archivos y he repescado una crítica muy particular, un tanto provocativa (no lo voy a negar), que colgué hace unos años en Dreamers cuando se estrenó la película Antes Que Anochezca, el título por el cual fue lanzado internacionalmente el citado Bardem. Como podrán adivinar por lo que digo, entre esa amanerada interpretación y la controlada creación del tetrapléjico de Mar Adentro, hay un abismo.
Normalmente, cuando les pongo algún refrito antiguo, aparte de avisarles, acostumbro a actualizar un tanto la redacción, añadiendo nuevos datos o bien cambiando ciertos giros, expresiones o tiempos verbales. No será éste el caso. No voy a autocensurarme y menos cuando, releyéndola de nuevo, sigo estando totalmente de acuerdo con mi parecer de esa época. Es por ello que incluso dejaré intactas las consideraciones finales esas de "lo mejor" y "lo peor", un elemento que ya hace tiempo que no utilizo en mis críticas.
Ahí va. Sin retoques. Tal cual.
El poeta cubano Reinaldo Arenas ha reportado a Javier Bardem su salto internacional, consiguiendo incluso una codiciada nominación a los Oscar. Los problemas del escritor con el régimen cubano quedan reflejados en la cinta del neoyorquino Julian Schnabel.
ANTES QUE ANOCHEZCA
Poetas, maricones y militares
Resulta difícil creer, tras haber visto Antes que Anochezca, que la película esté basada en un hecho verídico, cosa que por otra parte resulta bastante normal en todos los productos que aseguran estar basados en casos reales. No será ésta la excepción a la regla.
Furibundamente fascista en sus planteamientos y radicalmente gay en su militancia, me dio la impresión de encontrarme ante un panfleto homosexual potenciado por un grupo de sarasas afiliados al PP, como mínimo, que en todo momento nos vende una Cuba férrea con ellos, aunque mostrándonos, de manera nada subliminal y un tanto contradictoria, que el 99,9% de su población (incluidos militares y líderes castristas) formaban parte del colectivo homosexual, un colectivo retratado, por otra parte, como la opción más clara y lógica para el ser humano y en el que el "posible" heterosexual tan sólo era la cínica máscara tras la que se escondían militares y gobernantes para disfrazar su verdadera condición. ¡Qué sandez tan poco creíble y tendenciosa! ¿Es de suponer que el 0,1% restante eran mujeres, debido al nulo protagonismo que adquieren en la cinta?
Al tal Schnabel (un tipo al que le encanta vestirse con falditas) parece que le patina un tanto la neurona y que a lo que a él le encanta es confundir la gimnasia con la magnesia. Yanqui hasta la médula y "loca" de profesión, desata todo su odio hacia el régimen castrista a través de un maniqueo relato en el que su maltratado protagonista se alza en mártir de mártires y que, a pesar de haber colaborado en su juventud con la revuelta, se ve repudiado y castigado por sus propios colegas, encontrando su paz y tranquilidad, durante los últimos años de su vida, al ser aceptado como un integrante más de la familia del demócrata Tío Sam. ¿Acaso Schnabel no recuerda que, en su querida Nueva York y el 22 de junio de 1969 (justo el mismo día en que murió Judy Garland, musa del mundo homosexual por excelencia), el colectivo gay fue tratado con extrema violencia por sus "liberales" compatriotas, en lo que se dio en llamar la revuelta de Stoneway?
Llena de segundas lecturas en su farragosa voz en off, tirando en todo momento y de manera abusiva de los poemas escritos por Reinaldo Arenas, la cinta divaga en oníricas escenas que intentan mezclar la realidad del protagonista con sus pensamientos más íntimos y alucinados, induciendo con ellos, en algún que otro pasaje, a la confusión del espectador.
El más beneficiado en esta historia ha sido Javier Bardem, un actor magnífico que, en nuestro país ha demostrado, en numerosas ocasiones, sus grandes dotes como actor y que en este caso, a pesar de la nominación al Oscar y de los distintos premios obtenidos por esta interpretación, particularmente me parece un trabajo histriónico al cien por cien, resuelto de la manera más facilona posible, basándose en andares exagerados y movimientos subrayadamente afeminados con sus manos. El desaparecido Simón Cabido, el que en tiempos se convirtiera en Doña Croqueta, nunca obtuvo tanto reconocimiento por su creación.
LO MEJOR: El descubrir, entre tanto tedio, algún que otro cameo curioso, como el de un desconocido y maquillado Sean Penn y una fugaz Najwa Nimri, así como la aparición de un travestido Johnny Depp.
LO PEOR: El maniqueísmo narrativo a la hora de plasmar la historia verídica de Reinaldo Arenas, así como ese tufo fascistoide que domina toda la proyección.
LA PREGUNTA: ¿En verdad toda la Cuba castrista está plagada de maricones, de cabo a rabo?
1 comentario:
Lo de Cuba es impresentable y no lo quieras relativizar que se te ve el plumero...
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