Corría el año 1958. Cary Grant estaba en Italia rodando una película al lado de Sophia Loren, la estrella de ese momento. Se trataba de Houseboat (aquí mal traducida por el nombre de su protagonista, Cintia), una comedia de color rosa, bastante flojita y con demasiados niños en pantalla como para resultar.
Justo en ese año acababa de salir al mercado un extraño automóvil utilitario, la Isseta, que causó furor en ese país y en España. Se trataba de un vehículo, de forma ovalada, con una sola puerta en la parte frontal del mismo. O sea, se entraba y salía justo por donde está situado el volante. Toda una alucinada que aún recuerdo, de manera borrosa y nostálgica, como uno de los episodios más curiosos de mi tierna infancia, pues a principios de los sesenta mis padres fueron propietarios de uno de esos coches, un poco antes del también entrañable 600.
Aprovechando el boom del vehículo y en plena promoción del mismo, en Cintia salía algún que otro de esos huevos motorizados. Por eso, seguramente, Cary Grant accedió a publicitarlo indirectamente al tiempo que vendía su nueva película. Por eso, claro está... y también por la pasta.
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