16.1.05

Mi más querido gruñón

Hay noticias que te golpean como si fueran un mazo. Una de estas ha llegado hoy. Primero en forma de SMS a través del móvil. Luego la ha confirmado la televisión y, finalmente, Jónatan lo ha dejado latente en un comment. Agustín González, el gran Agustín González, se nos ha ido. Hasta el último momento estuvo en el escenario. A la edad de 74 años y por culpa de una neumonía, su corazón ha dejado de latir.

Poco puedo contar de uno de los mejores actores de nuestro país. Hombre de cine y de teatro (pues ésta era su verdadera pasión), encarnó a personajes de todo tipo. Con un toque especial, siempre dándoles un aire un tanto esquizofrénico, gesticulante, gruñón. Seguramente por esas características, Berlanga lo utilizó en varias de sus películas. Sacerdotes, militares y tipos de aire fachenda. Todo lo contrario de su vida real.

A finales de los 80 tuve la oportunidad de verlo en directo en el escenario, en un pequeño teatro de L’Hospitalet de Llobregat. Maravilloso. En cine, generalmente, siempre hizo de secundario. Ninguna deshonra, pues con su entidad llenaba toda la pantalla cada vez que salía. Los mejores directores siempre contaron con sus servicios: el citado Berlanga, Saura, Isasi, Garci, Pilar Miró o Cuerda, entre otros muchos. Y, avalándolo, dos inolvidables papeles protagonistas para Las Bicicletas Son Para el Verano, basada en la obra teatral de Fernando Fernán Gómez (a la cual pertenece la fotografía al pie de este post) y Stico, de Jaime de Armiñán, dos interesantes títulos a los que honró con su interpretación.

Salud y hasta siempre, Agustín. Era usted un buen hombre.


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