10.- My Blueberry Nights, o el vacío y aburridísimo debut del chino Kaw Wai Wong en tierras norteamericanas. Varias historias de amor y desamor, ligadas por una nimia conexión y fotografiadas a golpe de luces de neón. Si no fuera porque suena música yanqui de toda la vida (los clásicos standars) y sus actores ni son amarillos ni tienen los ojos rasgados, uno juraría, a pies juntillas, que se trata de uno más de esos films pretenciosos, made in Shanghai, a que tan acostumbrados nos tiene su realizador. Por cierto: la Norah Jones cantará muy bien... pero de actriz no tiene ni un pelo. A esta película no la levanta ni la presencia de una esforzada Natalie Portman.
9.- La Antena, o el sinónimo cinematográfico de la palabra pedantería. Un soporífero homenaje al cine mudo y, por extensión, al universo expresionista de Murnau y Fritz Lang. Un rocambolesco ejercicio de fatuidad cinéfaga que no conduce a ninguna parte. Ladrones de voces, gobiernos autoritarios y una cadena televisiva, son los principales ingredientes de un indigerible pastel cargado de ínfulas. En definitiva, es igual que las viejas aventuras de Los Chiripitifláuticos, pero cargada de simbolismos y de segundas y terceras lecturas. Ideal para gafapastas que añoren al Capitán Tan y a Valentina.
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8.- Bella, o cómo hacer cine independiente con cierto tufillo reaccionario. Disfrazada de comedia sentimental, tras su piel de cordero se esconde uno de los films más diabólicamente antiabortistas de la década. Cinematográficamente hablando, es el polo opuesto a la sobriedad expuesta por 4 Meses, 3 Semanas, 2 Días. Pillen a un chef de cocina latino con un pasado oscuro a sus espaldas y a una joven soltera, embarazada y recién despedida del curro. Déjenlos sueltos por las calles de Nueva York y otórguenle a su relación un tonillo dulzón. Es imprecindible que el final rebose moralina por todos sus poros. Si el Papa dice no al aborto, es por algo...
7.- El Amor En Los Tiempos Del Cólera, o como hacer aún más plomizo el universo de Gabriel García Márquez (¡qué ya es decir!). Basada en la obra homónima del escritor colombiano, lo que tenía que ser un melodrama romántico como los de antes, se convierte en un patético hazmerreír totalmente desmembrado y en nada coherente. Añádanle a la cosa a un Javier Bardem haciendo de imitador barato de Charlot... ¡y sabrán lo que es bueno! Para más INRI, la Shakira pone su voz a la mayoría de canciones que adornan una historia en la que sobran amoríos y se echa en falta un poco más de cólera.
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6.- En El Punto De Mira, o cómo filmar la misma escena (con el culo) desde diferentes puntos de vista y a lo largo de 90 minutos. El thriller más delirante y surrealista de la temporada. Un atentado al presidente norteamericano durante una visita oficial a Salamanca. Sus habitantes no son salmantinos; en realidad son todos mejicanos. Dennis Quaid hace de Dennis Quaid (o sea, patético) y el Whitaker da rienda suelta a su incontinencia interpretativa. Mientras, Eduardo Noriega acepta con la cabeza gacha el haberse convertido en una estrella estrellada. Un puzzle mal ideado y peor resuelto. En resumen: Salamanca queda cerca de Guanajuato, por Méjico. Yo ya me entiendo.
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5.- Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, o cómo apellidarse Spielberg y columpiarse en los laureles. El de Indi es un regreso de lo más lastimoso. Muchos años en busca de un buen guión, para acabar haciendo un film sin cuerpo alguno. Su línea argumental es indefinida, al igual que sus efectos especiales (de baratijo y abusivos). Demasiados auto homenajes y muy poca chicha. Por no aprovechar, no saben ni sacarle el mejor partido a una gran dama del cine como Cate Blanchett. Un servidor (masoquista que es uno) ya se la ha tragado dos veces... y aún sigo preguntándome en dónde narices se esconde su historia. No tiene ni pies ni cabeza. Marcianadas, sí: muchas.
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4.- Pozos de Ambición, o ¿qué he hecho yo para merecer tanto minimalismo? Más que una gran película épica, se trata de un puro ejercicio de petulancia cinematográfica. Un Paul Thomas Anderson de lo más pedante al servicio de un film igual de desafinado que los violines de la partitura escrita por Jonny Greenwood. Quiere ser Gigante, y no lo es. Quiere ser Ciudadano Kane, y no le llega ni a la suela de los zapatos. Petroleros y predicadores. Amor y odio. Religión y engaño. La cuestión parece interesante pero, al igual que con la desmelenada interpretación de Daniel Day Lewis, la película irrita hasta al más pintado.
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3.- Quantum Of Solace, o la vacuidad de 007. Al igual que ocurre con el retorno de Indiana, este James Bond no tiene cuerpo alguno. Mucho porrazo y persecuciones, pero de chicha "ná de ná". El guión brilla por su ausencia. A las Antípodas, en todos los sentidos, de las excelencias de Casino Royale. Una película sin ángel que incluso, por su falta de todo, hace que uno se cuestione la validez de Daniel Craig como nuevo Bond. Sufre mucho, ha perdido el cinismo y resulta demasiado brutote. Por si fuera poco, no le han escrito ni una línea de diálogo con un mínimo de trempera. Para rasgarse las vestiduras y pasarse a las filas de Spectra.
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2.- Vicky Cristina Barcelona, o el arte de hacer del cine un catálogo turístico. Woody Allen ha perdido los papeles y se ha vendido al mejor postor. Ya no es necesario para él urdir una buena historia. Los diálogos ágiles e inteligentes con los que antaño nos obsequiaba, han desaparecido por completo. Gaudí, el Tibidabo o Las Ramblas, entre otras postales urbanas, son sus sustitutos. De fondo, como mero adorno, una cuadrángulo amoroso. De la quema solo salvaría a Rebecca Hall y a Penélope Cruz. A esta última, ante todo, por castiza y vital (al menos, en su versión original)
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1.- Santos, o la desvergüenza de endosarnos un churro asegurando que se trata de una película. Caca de la vaca. La gente no es tonta y duró cuatro días en cartel. Sobran las palabras.
(ver carta-crítica)
Por cierto... ¿y El Caballero Oscuro?
Feliz 2009, buena gente.
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