19.1.09

Ustedes lo han querido: PAT GARRET Y BILLY THE KID


Resulta muy difícil juzgar (por no decir imposible) una película como Pat Garrett y Billy The Kid, ante todo porque jamás llegó al espectador en las condiciones ideadas inicialmente por su director, un Sam Peckinpah que vio vilipendiado su montaje, en varias ocasiones, por distintas majors (desde la Metro a la Warner, pasando por la Columbia); un montón de sinvergüenzas que incluso, una vez desaparecido el realizador y hace tan sólo un par de años, volvieron a repasar lo que quedaba de la cinta para remontarla y presentarla en el Festival de Berlín alegando tratarse de la versión definitiva. De hecho, esta es la copia que se puede encontrar en la denominada edición especial en DVD: una copia recortada en su metraje y que, alucinantemente, posee unos subtítulos que, en demasiadas ocasiones, no corresponden fielmente a los diálogos que apoyan.

A pesar de tales inconvenientes, uno puede hacerse una idea aproximada de lo que pretendía Peckinpah en su repaso a las vidas de Pat Garrett y Billy El Niño, dos personajes que deambularon juntos al margen de la ley y que, tras su separación, volvieron a cruzarse en el mismo camino cuando, años después, el primero de ellos había decidido trabajar bajo las órdenes de un explotador sin escrúpulos como el ganadero Chisum.

Al igual que en la magistral Grupo Salvaje (aunque salvando las claras distancias), pretende narrar una historia sobre amistades truncadas y fidelidades dubitativas. La figura de Pat Garrett (excelente James Coburn), bien podría equipararse a la del Robert Ryan del citado film, un forajido que decide reciclarse y pasarse al (en teoría) lado bueno; mientras que Billy El Niño (un desconocido, jovencísimo y efectivo Kris Kristofferson), recuperaba el espíritu más libertario (y libertino) que lucía William Holden en la otra película.

Hasta aquí, todo bien. La lástima es que, por culpa de esos continuos remontajes, el largometraje de Peckinpah se ha convertido en una obra fragmentada, sin apenas continuidad narrativa, lo cual dificulta el seguimiento por parte del espectador. En definitiva, su visionado da la impresión de tratarse una colección de episodios unidos por un mínimo vínculo argumental, el del acoso al que somete Pat Garrett a su viejo compañero de fatigas.

Aun y así, en ciertos pasajes, es fácil adivinar la fuerza de un realizador visceral como la del autor de Perros de Paja. La escena que transcurre en un bar de mala muerte y en la cual James Coburn, durante una tensa partida de póker, interroga de forma sádica a un reducido grupo de malhechores, o toda la secuencia final, en plena noche y en donde se plasma el último encuentro, cara a cara, de los dos protagonistas, rezuman todo el estilo del director; un gran hombre de cine que, por desgracia y en más de una ocasión, vio tergiversada parte de su obra, tal y como le sucedió con anterioridad con la también denostada Mayor Dundee.


Pat Garrety y Billy El Niño, una cinta que, a buen seguro y en su integridad, tal y como la planificó el bueno de Peckinpah en su día, daría mucho más de sí. Inevitablemente, nos hemos de conformar con los retazos que de ella han dejado cuatro tipos sin escrúpulos, aunque aún podemos disfrutar al menos con lo mejor de la misma: la brillantez de la banda sonora compuesta por Bob Dylan, cantante que, con este largometraje, hizo sus primeros pinitos como actor mediante el personaje del controvertido Alias, un individuo incapaz de decantarse claramente por ninguno de los dos bandos.

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