28.4.08

Ustedes lo han querido: YO HICE A ROQUE III

España, 1980. Justo un año antes, se había estrenado Rocky II. La fiebre provocada por el boxeador cinematográfico por excelencia iba en aumento en nuestro país; el momento ideal para que Mariano Ozores orquestara una de las parodias más populares de los films protagonizados por Sly Stallone. Anticipándose un par de años a la tercera entrega sobre Rocky Balboa, el realizador madrileño, contando con la inigualable presencia de Andrés Pajares y Fernando Esteso, puso en marcha su muy particular Yo Hice a Roque III.

Pajares se amoldó al personaje de Roque González, un tipo que había boxeado en una sola ocasión durante su juventud y al que, entre Esteso y un inconmensurable Antonio Ozores, metían bastante engañado en una trampa de mucho cuidado, pues le obligaban a subir a un cuadrilátero para enfrentarse a una bestia feroz con los puños del mismísimo “Dum Dum” Pacheco, un famoso pugilista tocado de aquellos tiempos que, en el film y satirizándose a sí mismo, atendía por el muy castizo nombre de Kid Botija. El spanish show asomaba hasta en el bautizo de sus personajes. En realidad, el amañado montaje formaba parte de una estrategia de tres al cuarto para que el amigo Esteso (Federico Castro en la película), achuchado por su esposa Petra (la siempre interesante Mirta Miller), pudiera echar de casa al pobre de Roque, un amigo de toda la vida, sin oficio ni beneficio, que llevaba una larga temporada viviendo de gorra en el domicilio de los Castro.

Yo Hice a Roque III es uno más de los 100 productos dirigidos por Mariano Ozores, ¡qué no es ná!, una máquina imparable de hacer cine casposo que, con el paso del tiempo y aunque parezca imposible, aprendió a colocar la cámara en sus películas la mar de bien. De hecho, en ésta y teniendo en cuenta su visible falta de presupuesto, parece un verdadero milagro su más que correcta filmación; una filmación que, junto a la estelar presencia de Antonio Ozores, su propio hermano, se convertía en lo mejor de la propuesta. Y es que Antonio, en el papel de Paco -el propietario de un gimnasio y devorador compulsivo de pipas-, con su atropellada y única verborrea, daba un pequeño toque surrealista al film que hacía incluso olvidar la vertiente más chabacana y hortera de la pareja compuesta por Esteso y Pajares.

Un título claramente deudor de esa etapa destapista por la que pasó el cine patrio en la década de los 70. Una docena de pezones bien lustrosos, unos cuantos culitos respingones y alguna que otra pelambrera vaginal en forma de triángulo, fueron las aportaciones de ciertas féminas de buen ver (de cuyo nombre ni se sabe) que, a base de mostrar al personal su cuerpo serrano, pretendían abrirse camino en la producción nacional. Como estandarte de tales jamonas y en un papel más lucido que ellas, allí estaba la ya citada Mirta Miller, la santa y sufrida esposa del tal Federico y que, en esta ocasión, se mostró bastante más recatada de lo normal ante la cámara. Una escenita de cama con Esteso y un achuchón con éste en la bañera es a lo máximo que se atrevió una mujer que, cuatro años antes y por su intervención en un film de Antonio Giménez Rico (Retrato de Familia), se convirtió injustamente en víctima expiatoria de los más moralistas del lugar al haber protagonizado, en el mismo, una escena de sexo con un menor de edad. Pederasta fue lo más flojo que se le llegó a decir a esta tentadora argentina de adopción española que, según cuentan malas lenguas, terminó siendo la amante de Alfonso de Borbón y Dampierre, el mismo que en 1989 acabara degollado, durante una trágica jornada de esquí, en la estación de Beaver Creek en Colorado.

La caspa al máximo nivel. Todos los tópicos del cine de Ozores vertidos en un mismo título. Visto uno, vistos todos. Malo, malo, malo... pero (aunque pueda parecer una contradicción) ingenuamente divertido. El otro día, revisándolo (o, mejor dicho, enfrentándome a él por vez primera), me reí con ganas en varias ocasiones. Es tal el delirio de algunas de sus escenas que resulta imposible quedarse indiferente ante ellas (magnífica la inacabable subida de escaleras, a lo Rocky. por parte de Pajares y Esteso, o la aparición, en el gimnasio de Paco, de un grupo de boxeadores deformes, delgados y ancianos).

Lo más curioso de todo es que, si se volviera a estrenar ahora mismo, seguramente se la tildaría, en muchos aspectos, de políticamente incorrecta e incluso ofensiva. Y es que, con el paso del tiempo, este país ha perdido la facultad de reirse de sí mismo, incluidos en ese saco a la actualmente penosa pareja protagonista quienes, individualmente y por separado, van llorando sus miserias por cuantas cadenas televisivas tienen a su alcance... Justo alí, en esa auto parodia cochambrosa (pero sana), se encontraba precisamente el truco del cine de Ozores.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una obra de arte.

La culminación del cine español

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo.

Anónimo dijo...

Masterpiece kitsch.