25.4.08

Alargando, que es gerundio

En el 2004, Sean Ellis, un joven británico natural de Brighton, se despuntó con un original cortometraje, de 18 minutos de duración, que llevaba por título Cashback; un trabajo que arrasó por todos los festivales por los que pasó, debido a su cuidada técnica, a la originalidad de su propuesta y, ante todo, a su atractivo tratamiento visual. Dos años después, en el 2006, decidió ampliarlo y filmarlo de nuevo para su debut en el campo del largometraje. Ahora, con mucho retraso respecto a su estreno en Inglaterra, llega a España el Cashback de 102 minutos; o lo que es lo mismo, la versión que los americanos hubieran bautizado, a bombo y platillo, como Cashback, The Movie.

La cinta narra las peripecias que realiza Ben Willis, un estudiante de arte, para paliar las largas noches de insomnio nacidas a raíz de la ruptura con su compañera sentimental. Para ello, su primer objetivo será el de apuntarse en el turno de noche de un gran supermercado, lugar en el que, igualmente, las horas transcurrirán lentas y con nulos alicientes. Buscando posibles soluciones a su hastío, dará con un fantástico truco para evadirse de la realidad: parar el tiempo en su mente y recrearse en la clientela femenina del lugar, paseando entre mujeres inmóviles y observando, en silencio, unos cuerpos que, durante su ensoñación, ha ido desnudando poco a poco.

Como idea para hilvanar un cortometraje no está nada mal pero, además de explotar hasta el cansancio su único recurso visual (el del efecto de inmovilidad general), adorna el resto del metraje añadido con un montón de historias paralelas tan vacías como insignificantes. Y ello lo hace a través de los otros empleados del local, entre los que no podían faltar los dos descerebrados de turno, un jefe insolente y una dulce y pizpireta cajera por la que empezará a sentir ciertos deseos irrefrenables.


Ante la vacuidad de cuanto expone, no es de extrañar que, tal y como el propio director ha declarado, el guión lo escribiera en siete días. Siete días de nula inspiración, metiendo paja a granel y abusando del efecto por el cual fue altamente valorado el corto original. Si a ello le sumamos un elevado número de caóticas interpretaciones y una falta de estilo alarmante en su puesta en escena, tan sólo nos queda el citado efecto de marras; reiterativo y cansino, aunque en el fondo eficaz y, durante una dilatada escena en concreto, adornado con un sinfín de bellas féminas, en porretas y perfectamente elegidas que, sin lugar a dudas, harán las delicias de los espectadores masculinos más calentorros.

No hay mucho más detrás de Cashback. Un film pequeño; diminuto... dejémoslo en microscópico. Una partícula de ínfimas proporciones en medio del gigantesco universo que compone el Séptimo Arte; una partícula que, para más desgracia, resulta difícil de digerir por dos claras razones: el sopor que provoca y, ante todo, por su ridículo, rosado y cursi episodio final. Nunca debería haber ido más allá de los escasos 18 minutos del original. Todo lo añadido, o bien resulta repetitivo o extremadamente innecesario.

A modo de curiosidad observen, a su izquierda, la sutilidad puritana del cartel publicitario inglés (en el que brotan, por arte de birlibirloque, unos sujetadores sobre los pechos de la modelo) y compárenlo con el que abre el post, mucho más explícito y destinado a la explotación comercial del film en nuestro país. ¡Viva el arte de lo castizo y de los manjares sin adulterar!

Les dejo. Me voy al Carrefour a detener el tiempo y a darme un garbeo entre las cajeras y la clientela.

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