22.4.08

Lost (Perdidos)

De Israel nos llega La Banda Nos Visita, la ópera prima de Eran Kolirin, un hombre formado en la televisión de su país natal y que, en su debut, monta un curioso encuentro entre un grupo de egipcios y los habitantes de un pequeño pueblo israelita. Dos culturas cercanas aunque distintas que, durante una noche, limarán diferencias, al tiempo que ofrecen al espectador un inmenso canto a la hermandad.

Un retrato fresco, atípico y sensible del que vale la pena destacar su amplio sentido del humor; un claro referente al concepto que del cine tenía el gran Jacques Tati y que planea, claramente, sobre los veinte minutos iniciales de proyección. Un aeropuerto israelí casi desierto, y los ocho desamparados miembros de una banda de música de la policía egipcia, se aúnan para orquestar (y nunca mejor dicho) algunos de los mejores momentos de comedia que ha dado el cine de esta década. Casi sin palabras, y apoyándose tan sólo en las alucinadas miradas de los integrantes del grupo y en la composición fotográfica y escénica de sus planos, logra captar la carcajada de la platea a través de situaciones que, de tan kafkianas, terminan aliándose con la vida real de cada día.

No suele ser habitual que una banda musical, compuesta por policías de Egipto, sea invitada a realizar un concierto en una población de Israel; aunque aún es menos normal que dicho grupo, tras aterrizar en el país, se equivoque de lugar y aparezca en otra localidad totalmente diferente y equidistante de aquella a la que tenía que acudir. El punto geográfico erróneo está enmarcado por una villa vacía, silenciosa, enclavada en pleno desierto y cuyos pocos vecinos, a pesar de su aparente pobreza, muestran gratos signos de amabilidad con los turistas accidentales.

Lástima que La banda Nos Visita no conserve, durante el resto del metraje, esa garra humorística con la que abre su historia. Ese sublime toque Tati se diluye y, aunque sin desaparecer del todo, da paso a una vertiente más tierna durante la cual el hombre, como ser individual y desmarcándose de rivalidades y antagonismos históricos y políticos, alcanza un gran protagonismo. Y todo ello lo desvelan los bien perfilados personajes que pululan por las solitarias calles nocturnas de una población triste y con mínimos recursos económicos.

Atención a la excelente interpretación de Sasson Gabai, uno de los actores más populares de Israel y que en el film encarna al teniente coronel Tawfiq Zacharya, el jefe refunfuñón, aunque muy digno, que gobierna la zozobrante y perdida nave musical; un tipo cargado de claros rasgos militaristas que, por otra parte y a pesar de su avanzada edad, destila una química impresionante con Ronit Elkabetz, una bella actriz, nacida en Beersheba, que da vida a la misteriosa Dina, una mujer dura que ofrece hospitalidad y simpatía a un grupo de seres desorientados, uniformados y un tanto desesperados.

Las ataduras emotivas de los habitantes de ambos paises, resultan más numerosas y coincidentes que lo que ellos mismos pudieran presuponer. En el fondo, la inteligente propuesta de Eran Kolirin indica que, por suerte, existe algo mucho más natural que la religión y la política a la hora de establecer verdaderos lazos de fraternidad. Y a ello se le llama sensibilidad y comprensión; dos cualidades que sus protagonistas van demostrándose a lo largo del film, aunque sea chapurreando un divertido inglés macarrónico y a través de los recuerdos de un rancio cine egipcio que, antaño, los israelitas disfrutaban a través de la televisión... hasta que sus gobernantes decidieron eliminarlo de la programación diaria.

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