Al igual que las citadas Manuale d’Amore, 8 Citas se compone de 8 episodios. Bueno, mejor dicho, 7 y un bonus track el cual, a modo de epílogo, reúne de manera forzada a cuantos personajes han intervenido a lo largo de los capítulos precedentes. Y lo hace aprovechando el entierro de uno de ellos y que, en realidad, poseía una nula importancia dentro de las diversas tramas planteadas. Un truco barato para que, al final, Romano y Sorogoyen puedan alardear de que todas sus historias se hallaban ligadas por un nexo en común. ¡Pamplinas! Además, por lo que pude oir en una entrevista con ellos en televisión, no tienen vergüenza alguna en afirmar que les ha quedado un largometraje "redondo". Ciertamente, algunos no tienen abuela.
Cada uno de sus episodios se centra en alguna que otra pareja afectada por el sentimiento del amor, ya sea de forma positiva o negativa. La intención de los cineastas (¡qué duro es tildar de cineastas a este par de debutantes!) es plasmar los efectos del amor en sus diversas variantes. O sea: el amor que está a punto de surgir; el recién iniciado; el que está en pleno declive; el que ya se ha quemado del todo; la monotonía de la pareja; los celos; el adulterio... Todo un compendio de estándares que nada nuevo ofrece al espectador. Todo cuanto cuentan se ha visto, en centenares de ocasiones anteriores y perfilado de manera mucho mejor.
Para narrar las distintas historias que componen el largo, Sorogoyen y Romano (el orden de los factores no altera el producto), han optado por adentrarse en el género de la comedia. Una comedia muy de revista picante de los 70, cargada de gags burdos y en exceso teatrales, lo cual da lugar a que sus actores (del primero al último) opten por una interpretación desmesurada, plagada de gesticulaciones innecesarias y entonaciones vociferantes (y casi canturreadas) al más puro estilo de los viejos cómicos de feria. Un muestrario escalofriante de lo que jamás debería ser una buena actuación; un muestrario palpable que sería de obligación proyectar en todas las escuelas de arte dramáticas habidas y por haber y del que, ante todo, se debería prestar especial atención al trabajo de José Luis García Pérez, el protagonista del film Cachorro y que aquí se desmarca (con nota alta) como el más pésimo de todo su casting.
8 Citas es una cinta tan sólo apta para masoquistas que quieran sufrir en silencio en la oscuridad de una sala. Los Romagoyen (léase como la contracción del apellido de ambos realizadores) han viajado a través del túnel del tiempo para devolvernos un cine obsoleto y rancio que ya empezábamos a olvidar. Y es que, la estética y las intenciones de Lo Verde Empieza en los Pirineos y similares, queda ya muy lejos. La memoria histórica es altamente necesaria pero, en algunos casos, sería mejor no menearla demasiado. Ya está suficientemente mal el cine español para que ahora nos pongamos a dar marcha atrás.
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