Es evidente que, por su temática, la cinta está cargada de muy buenas intenciones. En ella se nos habla del bullying, el nuevo modismo con el que se denomina en la actualidad al acoso escolar. Ese acoso que, realizado por compañeros del mismo colegio, deja anulado el carácter del que lo sufre en carne propia. Una persecución que tanto puede ser física, psicológica o verbal; tres connotaciones que convergen claramente en el caso plasmado en el film.
En Cobardes, el joven acorralado es Gary, un chaval de 14 años, hijo de una conductora de informativos de una televisión local y de un asalariado que presta sus servicios en una empresa dedicada a la restauración de grandes edificios. Guille, el hostigador, es otro chico de edad similar e hijo de un regidor del Ayuntamiento y de una ama de casa, la cual mantiene una buena posición social gracias al cargo y al considerable salario de su esposo. Mientras los respectivos padres de ambas criaturas ignoran la realidad, entre Gary y Guille saltan chispas cada vez que cruzan sus miradas en el aula, en el patio o en la calle. El primero, es un niño asustado que cada día, al despertar, teme regresar al colegio pues cree que siempre tendrá las de perder, manteniendo en silencio sus problemas en el seno familiar; el segundo, al contrario, se guía por sus bajos instintos y sabe hurgar perfectamente en donde más le duele al que ha elegido como víctima propiciatoria pero, al igual que éste, evita cualquier comentario de sus fechorias ante sus progenitores.
Con un tema tan interesante y prometedor entre manos -pocas veces tratado en el cine-, es una lástima que se haya construido a partir de una amalgama de tópicos, de entre los que no podía faltar ese tan cacareado (y por regla general bastante falso) del “de tal palo tal astilla”. Al padre duro y trepa, le ha tocado un hijo de similares características, mientras que al otro, un tipo más bonachón que se deja avasallar en su lugar de trabajo, le ha salido un niño cobardica. Unos personajes tipificados y, en el fondo, no muy creíbles ya que, curiosamente y siendo vecinos de una ciudad como la de L'Hospitalet, se desmarcan como la excepción que confirma la regla al poseer, todos ellos, un statuts ciertamente elevado en comparación con la gran mayoría de sus habitantes, en general gente trabajadora y con mínimos recursos económicos. Posiblemente, esta sea una elección consciente (aunque no muy convincente) para distanciarse un tanto de los personajes más autenticos y terrunos que dieron pié a Tapas.
La fórmula del vídeo-clip es la mejor solución encontrada por Corbacho/Madrid para disimular su ostensible falta de guión. Con la ayuda de los temas que integran la funcional banda sonora original compuesta por Pablo Sala, adornan un sinfín de escenas sincopadas en las que la palabra brilla por su ausencia. En su inicio, con sólo cinco minutos, ya se le ha planteado al espectador el camino -y los consiguientes conflictos- por los que transcurrirá la película. A pesar de la aparente dureza del tema a tratar, hay demasiada ornamentación gratuita, repetitiva y sin salsa como para dar cuerpo al grueso de su argumento.
Aparte de la bienintencionada crítica al bullying y a la reacción que demuestran los mayores ante él, Cobardes se alza como un estoico canto en contra de la glorificación de la telefonía celular, y de los avances de la tecnología digital, debido al continuo uso que hacen sus protagonistas de todo tipo de móviles. Un canto cargado de cianuro pues, entre otras cosas buenas del film, alerta sin cesar de los peligros que devienen de la mala utilización de tales medios; un mal uso que, a la larga, puede convertirse en una peligrosísima arma de doble filo. El puto entretenimiento de grabar palizas a otros seres humanos, mediante la cámara de vídeo incorporada a la mayoría de modelos celulares, es una cuestión candente que los dos realizadores reflejan a la perfección.
También vale la pena destacar la magnífica interpretación que de todos sus personajes hacen los integrantes del brillante elenco elegido, resaltando ante todo la labor de una sorprendente Paz Padilla que, en el rol de la esposa del regidor municipal y madre de Guille, se adentra, por primera vez y con resultados excelentes, en un papel dramático y totalmente distinto a lo que nos tenía acostumbrados gracias a las teleseries y a un par de breves intervenciones cinematográficas. Es innegable que, en el caso de la dirección de actores, Corbacho y Madrid superan la prueba con nota elevada.
Como ven, no todo es negativo en Cobardes, una cinta difícil de juzgar por culpa de las fuertes expectativas levantadas por su primer film dirigido en comandita. Limando asperezas, mucho menos esteriotipada y con cuerpo argumental central más compacto, este sería un digno trabajo a tener en cuenta pues, el dueto de realizadores, sabe colocar la cámara (cuando quiere) a las mil maravillas. Pocos, hoy en día, como han hecho ellos, utilizan al cien por cien la majestuosidad del formato scope aprovechando todos sus ángulos posibles.
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