26.3.08

Ustedes lo han querido: AGUIRRE, LA CÓLERA DE DIOS


Werner Herzog y Klaus Kinski; Klaus Kinski y Werner Herzog. El orden de los factores no altera el producto. Dos seres extraños que se profesaron, mútuamente, un exacerbado odioamoramiento que les llevó, en alguna que otra ocasión, a darse de hostias en medio de un rodaje. Ambos iban de genios; el súmmum de la cultura europea cinematográfica de los 70. Es más: Herzog, el realizador germano y superviviente de la pareja chiflada, aún sigue con el mismo palo e idéntica postura; a veces, como en el caso de Grizzly Man, aun da en el clavo; le cuesta, pero atina. El otro, Kinski, uno de los actores más pasados de rosca de la historia del cine, pasó a mejor vida el 23 de noviembre de 1991. Ambos, entre otros títulos, urdieron Aguirre, La Cólera De Dios, un alucinante viaje al infierno que, por sus excesos, dividió al público en dos. La crítica oficial, como siempre, se rindió a los pies del director alemán... no fuera que se desprestigiaran afirmando, llana y claramente, que se trataba de un peñazo como la copa de un pino.

Sí en su época ya me pareció un tostón de mucho cuidado ahora, revisada con el paso de los años, no hay por donde pillarla. La historia -salvando las distancias, una mezcla entre el romanticismo aventurero de La Reina de África y el dantesco relato de Joseph Conrad El Corazón de las Tinieblas-, recoge uno de los pasajes sobre el descubrimiento de América protagonizado por españoles, concretamente el de la expedición en tierras peruanas comandada por Gonzalo de Pizarro en 1560 y de la cual, en busca de El Dorado, la mítica tierra del oro, partió una pequeña escisión encabezada por el vago e inútil Pedro de Urzúa. Un largo y peligroso viaje en barca, a lo largo de un agreste río, será el escenario ideal para que Urzúa y su segundo de a bordo, el enloquecido Don Lope de Aguirre, muestren sus diferencias y se produzca, a modo de motín, un inevitable cambio de mandos. El fantasma de los cruentos indígenas, agazapados en la espesura de la selva y sedientos de carne humana, serán su mayor y mortal enemigo.

Klaus es la estrellita de la película. No hay plano que no aproveche para dar rienda suelta a sus desmanes interpretativos. Por algo encarnaba al chiflado Aguirre, un tipo totalmente ido que incluso, para mantener la pureza de su raza, tenía previsto contraer matrimonio con su propia hija, una Nastassja Kinski mudita que, en el film, a duras penas poseía dos frases de diálogo. Lo principal ya estaba hecho: enchufar en el rodaje a su niña para que, en su debut (aunque sin acreditar), todos apreciáramos lo guapa y sensual que resultaba de jovencita. El feo de su padre, a pesar de la presencia de ella, no tuvo ningún reparo en seguir siendo el amo y señor de la cámara. Ante ésta, él tenía todas las de ganar. Sus exageradas muecas, sus andares simiescos y la peculiar manera de encorvar el cuerpo fueron, tan sólo, algunos de los muchos instrumentos físicos para realzar su cargante histrionismo. Y, en un autolucimiento tan enfermizo como el del personaje al que encarnaba, y durante una de las escenas más delirantes, se retó cara a cara con un tití. Ver para creer... el mono hasta era más afable y atractivo que él.

Lo que muchos han querido describir como un trabajo onírico y perturbador, para mí es un claro exponente del cine basura disfrazado de cine de autor; un producto con ínfulas al que además se le añadió su toquecillo gore a través de una violencia inusitada (y más teniendo en cuenta la época en la que se rodó, a principios de los 70). Casi no hay guión en Aguirre, la cólera de Dios. De hecho, es un festival Kinski y, al mismo tiempo, una exaltación demoníaca de su personaje. Los otros -incluido el sacerdote del que se cuenta fue el escritor del diario en el que se narraba la sangrienta expedición-, brillan por su falta de definición.

Su filmación, en localizaciones naturales del Perú, es tanto atropellada como superlativamente colgada y, en su mayor parte, se realizó usando la técnica de la cámara en mano (lo del efecto documental que no falte). Las pésimas condiciones de rodaje, durante los que enfermaron la mayor parte de componentes del equipo técnico y artístico, y el tener que soportar durante las 24 horas del día las neuras dictatoriales de Klaus Kinski, influyeron sobremanera en los resultados finales. El montaje está lleno de fallos de sincronización (toda una joya para los inquietos descubridores de errores de raccord), mientras que el tiempo narrativo se me antoja de lo más lento. De vez en cuando, para romper con la crispante parquedad de palabras y con las numerosas miradas perdidas de Kinski, Herzog coloca un golpe de efecto (sonoro o visual) para ayudar al espectador a recuperarse de su modorra; una modorra a la que, sin duda alguna, poco ayuda la monotía de la amuermante banda sonora compuesta por un tal Popol Vuh. Asi pues, las amputaciones de miembros, decapitaciones y flechazos varios y de todos los colores, se convertirán en el segundo plato fuerte de la función, siempre después de los continuos números circenses organizados por el desesperante actor nacido en Polonia (que no en Alemania, como muchos creen).

Kinski y Herzog. Herzog y Kinski. Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando. El aburrimiento y la petulancia fueron las constantes de aquellos títulos en los que ambos colaboraron. Y precisamente, en este sobrevalorado Aguirre, se localiza la mejor muestra de sus malas artes conjuntas.

1 comentario:

jonatan dijo...

Recuerdo que era un niño cuando vi a mi papa sentado como siempre frente al televisor mirando en ese momento Aguirre la colera de Dios en el canal Europa Europa, mi edad seria unos 10 0 9 años, hoy tengo 26.
Quedo grabado en mi memoria el pequeño tiempo que vi de la película, ya que estaba comenzada, cuando yo pasaba por detrás de la silla en la que se sentaba el viejo, a adorar al televisor, nunca avia visto una pelicula tan bien actuada, nunca avía visto en una película esas escenas tan difíciles. Mi mente de niño avía quedado sorprendida.
Hace unos dos años logre, luego de buscar por la web, dar con el nombre de la película y la mire por youtube unas 5 veces en distintos momentos. Y de seguro tendra errores como en todas la películas, pero yo nunca vi en mi vida una pelicula asi, filmada de forma casera, con vestimentas horribles como las habrán llevado esos españoles y esclavos peruanos en esos momentos, todos con caras de agotamiento, como si el director y ese actor les ubiesen echo pasar a todo el reparto una mala estadia en la selva... que película!
Esos silencios de actores en muchos momentos de la película me hicieron pensar que no siempre un película tiene que ser hablada en todo momento y que el silencio puede decir mas que la palabra. Las escenas bajando por el río son crueles y me da a pensar que esos actores apostaron su vida en esa película. Y la locura de esos españoles, ya que todos querían poder no solo aguirre y los nativos misterisos que nunca se vieron pero como tiradores en una guerra camuflados por su entorno selvatico fueron aniquilando a los desprevenidos y debilitados exploradores.