5.3.08

Misticismo surrealista

Entiendo a la perfección que haya gente a la que se le atragante el cine de Wes Anderson. Su particular universo, plagado de extraños personajes que parecen seres venidos de otro mundo, y su estrambótico sentido del humor, conforman una barrera difícil de franquear para aquellos que no han conectado nunca con el estilo del realizador tejano. Personalmente, soy de los que me sitúo al lado del autismo cinematográfico que desprenden sus películas. Díganme raro, pero con su nueva cinta, Viaje a Darjeeling, he disfrutado de lo lindo.

En ella se narra el accidentado viaje que tres hermanos norteamericanos realizan a bordo del Darjeeling Limited, un ferrocarril (un tanto destartalado) que recorre la India de punta a punta. Tres seres típicos y tópicos dentro del cine del autor; tres hermanos, atrapados en sus neuras personales, que se reúnen de nuevo tras pasar una larga temporada sin hablarse. La muerte del padre les distanció definitivamente pero, con el viaje ideado por el mayor de ellos, Francis, guardan la remota esperanza de volver a despertar sus extinguidos lazos sentimentales.

Wes Anderson ha vuelto a recurrir a Owen Wilson, uno de sus actores fetiche, para encarnar al personaje de Francis; un Owen Wilson por el que jamás he sentido excesiva devoción pero que, sin embargo, en manos de este realizador, siempre ha funcionado a las mil maravillas. Y como ya es sabido, al artífice de títulos como Los Tenenbaums o Life Aquatic le va lo de contar con amigos y gente de confianza en sus trabajos, en esta ocasión vuelve a echar mano de Bill Murray y de la gran Anjelica Huston: el primero en un divertido y surrealista cameo; la segunda, en una breve pero intensa y significativa intervención.

Unos magníficos Adrien Brody y Jason Schwartzman dan vida, respectivamente, a Peter y Jack Whitman, el par de hermanos restantes y ambos sometidos a los antojos dictatoriales de Francis. Un terceto alocado y desmembrado en el que, cada uno de ellos, irá a su bola. Los reproches serán el alimento diario de esos tres familiares abocados a un peregrinaje con regusto místico. Un misticismo pragmático que, por muchos detalles, nos acerca a la época más colgada de The Beatles, su idealizada India y la ya mítica portada del álbum Abbey Road, así como el referente, en el interior de un tren, de ¡Qué Noche la de Aquel Día!

Viaje a Darjeeling es un film cómico y con un mucho de absurdo que, a pesar de ello, emana una ternura muy especial. Una ternura que nace de las bruscas relaciones entre esos hermanos y, ante todo, en el entente que se va estableciendo, pasito a pasito, entre ellos. Cuanto más abrupta y borrascosa es la ruta, más emotividad se crea en el seno de los Whitman Brothers.

Déjense llevar por las extravagancias de Wes Anderson; por las gafas de sol (graduadas) que luce Adrien Brody; por los vendajes que cubren la cabeza y el rostro de Owen Wilson; por los pijamas de Jason Schwartzman o, sin ir más lejos, por la sensualidad de Amara Karan, la actriz hindú que da vida a Rita, una de las azafatas del Darjeeling Limited. Si consiguen con ello acercarse mínimamente a la propuesta, empezarán a amar (y a entender) las locuras de uno de los directores norteamericanos más atípicos de la actualidad.

Y atención, ante todo, a Hotel Chevalier, un cortometraje del propio Anderson que se proyecta justo antes de Viaje a Darjeeling; un corto que, además de tener mucha relación con la película, les mostrará a Natalie Portman en todo su esplendor. O sea, en pelota picada.

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