19.1.07

Rocky Carambola

Stallone es muy consciente de haberse eclipsado su estrella hace años. Es por ello que, desde hace un tiempo, busca algún producto que le vuelva a lanzar de nuevo a la cima. La aparición de Rocky Balboa, la sexta entrega de la saga iniciada en el 76 con Rocky, pasa a formar parte de las intentonas del actor y director por recuperar el favor de un público que parece no acordarse de él.

Sly sólo ha confiado en sí mismo para este regreso a la pantalla grande en compañía de uno de sus personajes más míticos y populares. Y es por tal motivo que, ni corto ni perezoso, se ha colocado encima el disfraz de Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como, para echar adelante su nueva película, ejerciendo, al mismo tiempo, de director, productor, guionista y actor.

Contra todo pronóstico, Rocky Balboa le ha salido un film digno; nada del otro mundo, pero digno. Se trata de un producto sin estridencias ni sorpresas, con un único combate sobre el ring y en el que ha apostado -al cien por cien- por el retrato intimista de un personaje solitario y deprimido, marcado por la ausencia de la que fuera su esposa y anclado en el pasado. Vive de los recuerdos y se tortura pensando en una época irrepetible para él. Y es entonces cuando, a modo de terapia personal, decide regresar a los cuadriláteros por última vez. Con unos cuantos años, quilos y arrugas de más, Rocky golpeará de nuevo.

En cierto modo, Stallone ha vertido en el guión su propia vida: la del famoso que, a pesar de haberse convertido en leyenda, siente añoranza por esos tiempos mejores en los que figuraba en las primeras planas de revistas y periódicos de todo tipo. Actor o boxeador, tanto da. Rocky Stallone o Sylvester Balboa. La simbiosis entre el artista y su criatura más preciada. La identificación total con el pugilista que le entregó el reconocimiento total de un público que luego le abandonó.

Con Rocky Balboa salda una deuda que tenía pendiente consigo mismo. Y lo hace a través de un producto sencillo, de realización plana y sin grandes alardes técnicos. La palabra modestia es quizás la mejor definición para un film honrado y efectivo, pues en él logra retratar a la perfección los sentimientos de un hombre que, apartado de su faceta como boxeador, se ve perdido como un pez fuera del agua. Un buen hombre, un poco corto de entendederas, que no podrá conciliar el sueño hasta que vuelva a estar en la cima, aunque sea por unos pocos minutos.

Un largometraje que al protagonista de Rambo (personaje que también resurgirá en breve) le ha ahorrado años y años de visitas al psicoanalista. Todas sus neuras y complejos los vierte ante la cámara a través de ese alter ego con el que tanto se ha identificado. Con Rocky VI ha hecho carambola de un solo tacazo: él se ha liberado, en parte, de muchas de sus angustias y, al mismo tiempo, ha conseguido un producto potable cuando todos le dábamos ya por acabado. Una carambola en nada espectacular: sencillita, de las de cajón y sin virguerías innecesarias.

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