Ben Stiller podría ir pensando en retirarse de una vez. Y no sólo él, pues Shawn Levy, el realizador de la última película del comicastro, podría acompañarlo igualmente en su desaparición. Hay que tener en cuenta que el tal Levy, aparte de la recién estrenada Noche en el Museo, es responsable, entre otras lindezas, de La Pantera Rosa del 2006, Doce en Casa y Gordo Mentiroso.
Noche en el Museo es un puro e insoportable festival Ben Stiller. No hay plano en el que el hombre no salga. Stiller minuto a minuto, segundo a segundo... una tortura psicológica de mucho cuidado. En el film no hay guión que valga; sólo un montón de gags de baratijo fabricados a la medida de su caricato protagonista, quien aprovecha la mínima ocasión para lucir sus 333 muecas más resultonas. Ahora me caigo, ahora me levanto, ahora pongo cara de asustado, ahora me vuelvo a caer, ahora huyo despavorido...: una manera como otra de cubirir del modo que sea los 108 minutos de su metraje.
Ya saben que -en los últimos años- no hay película de Ben Stiller en la que no salga Owen Wilson, y viceversa. Tal para cual. Y es que, en esta ocasión, el otro graciosillo de turno, también tiene su papel en la cinta; sin acreditar, pero lo tiene. A pesar de que muchos puedan pensar que se trata de una pequeña colaboración, el rol de Wilson es exageradamente prolongado y cargante (como ocurre con la mayoría de sus apariciones). Él encarna a la minúscula figura de un cowboy la cual -al igual que el resto de estatuas y animales que se exhiben en el Museo de Historia de Nueva York-, cobra vida cada noche para desesperación de Larry Daley, el nuevo guarda nocturno del local, que no es otro que el amigo Stiller.
Varios personajes históricos, un esqueleto de T-Rex, bichejos de todo tipo, una momia y un grupo de violentos hunos capitaneados por Atila -entre otros ejemplares dispares-, serán la peculiar compañía de Larry en sus paseos nocturnos por el Museo. ¡Viva la diversidad!
Una copia descarada de la entretenida Jumanji, pero sin inspiración alguna y con la presencia incluida del alma mater de aquella, un irritante Robin Williams que, a través de su peor vertiente, encarna a la representación marmórea del mismísimo Teddy Roosevelt, el personaje que acabará siendo el mayor y mejor consejero del atolondrado y gafe guardia de seguridad.
La presencia de un envejecido (aunque enérgico) Mickey Rooney se convierte, de manera inesperada, en lo mejor del estrellado producto. El actor, a sus 86 años, demuestra estar en plena forma y afronta a un divertido y gruñón personaje que -a pesar de su avanzada edad, su obesidad y su corta estatura- hace gala de una chulería imparable con todo aquel que se cruza en su camino. Los también ancianos Dick Van Dyke y Bill Cobbs secundan al diminuto intérprete, aunque ambos quedan bastante apagados en contraste con éste.
El ver de nuevo a Dick Van Dyke en una pantalla grande, me hizo añorar añejas y más ingeniosas comedias de tipo fantástico destinadas al público infantil. Chitty Chitty Bang Bang y Mary Poppins se asomaron a mi mente, en varias ocasiones, para paliar tan nefasta Noche en el Museo.
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