Ayer no les hablé de la muerte de Jack Palance porque estuve todo el día de luto por él. Una leyenda como Jack, con esa cara tan complicada y esos personajes tan peculiares a los que dio vida, no se merecía otra cosa. Es más: este post lo estoy redactando de pie. Un tipo capaz de salir con una borrachera tremenda a entregar un Oscar a la mejor actriz secundaria y, según cuentan las malas lenguas, nombrar ganadora a otra que no era la premiada que constaba en el sobre, merece todos mis respetos. Yo, en su lugar, habría hecho lo mismo.
El año anterior al desaguisado, cuando Jack recibió el Oscar por su papel en Cowboys de Ciudad, rompió todas las reglas de la ceremonia y obsequió al asombrado público con unas cuantas flexiones para demostrar que, a sus casi 80 años de edad, seguía estando en plena forma física; igual que en sus años mozos, cuando asistía al gimnasio de Terry Hunt para ponerse cachas.
Jack Palance, un mito que seguirá vivo gracias a su extensa filmografía. Pocos de Los Profesionales que forman parte del mundo del cine lucieron un Alma de Acero tan robusta como la suya. Él fue el hombre que, procedente de Pennsylvania, provocó el Pánico en las Calles con su llegada a Hollywood. Nunca pasó por ninguna Situación Desesperada, pues supo como establecer Raices Profundas en la Meca del cine. Sus personajes solían ser mucho más execrables que Atila, Rey de los Hunos, Drácula y Barrabás juntos. No era Un Hombre Solitario, pues siempre andaba rodeado de los más rufianes del lugar, a los que reclamaba a su lado al grito de "¡Vamos a Matar, Compañeros!". Lógico, ya que en sus películas cobraba un alto Salario Para Matar. A la mínima de cambio estaba preparado para cometer El Último Homicidio, a pesar de que el arma ejecutora se tratara de un Gran Cuchillo. Para bien o para mal, La Marca de Caín dejó huella en todos los caracteres a los que interpretó
En el Bagdad Café tomaba el primer desayuno del día y luego corría a refugiarse al Jardín de las Torturas, lugar en el que se ponía a salvo de Los Mongoles ya que éstos, por culpa de los ojos rasgados de Jack, siempre creyeron que era un miembro más de su pueblo: simple Orgullo de Estirpe.
Es una lástima que ya no pueda decir eso de “He Muerto Miles de Veces” pues, por desgracia, sólo se muere una vez. Brindemos por él con un Cáliz de Plata, a pesar de que, por su semblante de hampón, en estos momentos se encuentre tan sólo A Diez Segundos del Infierno.
Más de un centenar de películas le avalan. Goodbye Big Jake.
No hay comentarios:
Publicar un comentario