Cinco años en el talego dan para muchas ideas. Al menos, este es el tiempo que ha necesitado Johnny Clay para urdir el golpe perfecto. Un atraco milimetrado a un estadio de carrereras de caballos, del que podría sacar la sustanciosa cantidad de 200.000 $. No es moco de pavo. Dicho y hecho, Tras salir de presidio se buscará un grupo de fiar. Cinco hombres. Nada de delincuentes habituales. Gente corriente, con empleos mal remunerados y con ganas de cambiar su estilo de vida radicalmente. Perdedores natos que se dejen embaucar, a la mínima de cambio, por sus deslumbrantes planes.
A ritmo de jazz, gracias a la partitura compuesta por Gerald Fried, éste es el interesante punto de partida de Atraco Perfecto, la segunda (y última) incursión de Stanley Kubrick en el cine negro. El tema era el de siempre y, en este caso, la clara influencia de La Jungla de Asfalto, una de las pequeñas joyas de John Huston, se notaba claramente en todo el devenir de su historia. Incluso, en ambos títulos e interpretando a personajes similares, se encontraba la magnética y absorbente presencia de Sterling Hayden quien, en el film de Kubrick, lucía un look muy similar al que años más tarde adoptara Steve McQueen para dar vida a Carter “Doc” McCoy, el ex convicto protagonista de La Huida, la trepidante y enérgica película de Sam Peckinpah.
Pero sólo el tema y la estética eran lo de siempre pues, para Atraco Perfecto, el realizador neoyorquino consiguió meterse a la crítica de la época en el bolsillo, gracias a una innovadora técnica narrativa en el que el montaje jugó un papel primordial, rompiendo un tanto la tónica habitual de este tipo de productos hasta el momento. La acción del film no estaba narrada de manera cronológica. La película avanzaba y retrocedía en el tiempo continuamente, sin parar, siguiendo de este modo el cometido de cada uno de los integrantes de la banda de Johnny. O sea, estaba narrada desde distintos frentes y de manera desordenada, que no caótica. Un gran puzzle, fabricado minuciosamente con la precisión de un relojero, que casaba todas sus piezas de manera uniforme, sin romper para nada la fuerza de su guión. Al contrario, clarificando aún más toda la trama e influenciando, al mismo tiempo, a cineastas posteriores que optaron por usar la misma técnica en algunos de sus trabajos. Sin ir más lejos, el reputado Quentin Tarantino recurrió a ella para narrar el pasaje del centro comercial en su interesante Jackie Brown.
Y no sólo sacó el máximo provecho a este especial montaje, que aún hoy en día sigue conservándose muy moderno, sino que, al igual que otros directores acostumbrados al género, echó mano de la experiencia de su director de fotografía, Lucien Ballard, para, a través de un brillante juego de luces y sombras, marcar aún más el oscuro destino de un grupo de personajes abocados a un destino totalmente incierto y poco esperanzador. Ya se sabe, en el cine de perdedores, pocos ganadores hay. Y allí están todos, del primero al último, no falta ni uno: el tipo duro sin futuro, el calzonazos, el bocazas, el poli corrupto y el borrachín anciano y solitario y, ¡cómo no!, la mala pécora de turno que, en este caso concreto, es mala (valga la redundancia) y con recochineo.
Atraco Perfecto está basada en una novela de Lionel White y guionizada por el propio Kubrick. Pero éste, no contento con el resultado de su libreto, buscó a un experto en la materia para que le retocara alguno de los diálogos y ciertas situaciones. Si la historia ya era dura por sí misma, la mano firme y poderosa del gran Jim Thompson (uno de los más contundentes escritores de novela negra), la hizo aún mucho más vitriólica y brutal. Con esta espléndida colaboración se entiende, por ejemplo, que en la parte final de la película aparezca una escena de lo más impactante y salvaje, resuelta de manera extremadamente seca y concisa, dejándose de florituras visuales y sin mostrar la acción de manera directa, pues el director se conforma sólo con enseñar el macabro resultado de un inesperado tiroteo: Para poner la piel de gallina a más de uno.
Claramente deudora de la serie B, pero con una puesta en escena envidiable, éste es uno de los trabajos más correctos y menos ambiciosos de su realizador que, al igual que la citada La Jungla de Asfalto, es otra joya cinematográfica en estado puro. Y sin pulir. Tal cual. Una maravilla.
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