23.5.05

El justiciero de la ciudad

El exceso y el barroquismo siempre han dañado a los filmes de Joel Schumacher, a pesar de que habitualmente sus propuestas parecen inicialmente interesantes, aunque no tanto sus resultados finales. Línea Mortal o las dos entregas de la serie Batman realizadas por él, son un buen ejemplo de ello. Asesinato en 8 mm. cayó de nuevo en los mismos errores que los títulos citados, sumándole además, a éste último, el toque reaccionario y fascistoide del que ya hiciera gala en el discutido Un día de furia y que lo acerca, por derecho propio, a aquellos infumables productos de los años setenta en los que Charles Bronson, pistola en mano, ejercía de vengador urbano.

El punto de partida de Asesinato en 8 mm. resulta sumamente atractivo, pero es tan sólo eso, una mera premisa, ya que a medida que avanza su proyección, ésta se queda en agua de borrajas: un investigador privado, casado felizmente y con una hija pequeña, es contratado por una viuda millonaria para que investigue la posibilidad de que, una película encontrada en la caja fuerte de su difunto marido, pudiera tratarse en realidad de una snuff movie en la que se asesina violentamente a una joven. Pronto y siguiendo las mínimas pistas que puede obtener de la cinta, empezará a adentrarse en ambientes ciertamente sórdidos y peligrosos.

Todo el morbo que podría haber vertido Schumacher en su film, a medida que se adentra hacia el núcleo central del mismo, se ve superado totalmente por culpa de la habitual opulencia visual y atmosférica con la que el realizador neoyorquino adorna la renqueante narración de la historia, así como por lo poco creíbles y forzados que se muestran los resultados de las precipitadas investigaciones de Tom Welles, el detective interpretado por un irregular Nicolas Cage quien, controlado en la primera parte del filme, se guarda todo su histrionismo innato para verterlo en la última media hora de proyección, basándose en lloros, aspavientos y muecas variadas que le acercan más al monstruo Godzilla que a cualquier ser humano. En este aspecto, no hay que perderse la lucha a muerte entre Cage y uno de los malvados de la función, un sobreactuado James Gandolfini, alejado totalmente de su entrañable Tony Soprano, y dispuesto a superar, en exageraciones de todo tipo, al sobrino de Coppola por excelencia.

Cercana en intenciones y temática a la ópera prima de Amenábar, Tesis, y en cuanto a situaciones y ambientes a Hardcore (Un mundo oculto) de Paul Schrader y al Videodrome de Cronenberg, da a pensar que aún se ha de realizar el título definitivo sobre una materia tan oscura, interesante e insana, como la de las snuff movies.

Cada vez que repaso una película de Schumacher, entiendo menos que un producto tan sencillo y atractivo como Última Llamada le quedara tan bien acabado.

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