Me he pasado la tarde practicando taichi. Varias horas. Y de fondo, en la pantalla del televisor, la película de Ki-duck. Una dura prueba de superación personal. A partir de hoy, nunca volveré a ser el mismo de antes. Incluso me han cambiado los rasgos físicos. Ahí abajo tienen la cruda y penosa confirmación del extraño ser en el que me he convertido. Por culpa del cine oriental, dudo que durante unos cuantos días pueda mirarme en un espejo sin sentir lástima. Y esto no queda aquí, pues este fin de semana, debido a una petición malvada de las suyas, he de enfrentarme a Deseando Amar.
Espero que sientan remordimientos ante tan espeluznante imagen. Mi madre, sin ir más lejos, hace pocos minutos acaba de llamarme atemorizada... "Nen, qué et passa? Que no et trobes bé? Fas mala cara". Pobre mujer.
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