Ayer noshe fui ar teatro. Y eso que er teatro no me gusta ná. Ná de ná, pué yo soy un ser ignominioso y etraño. Ar teatro va demasiá jente. Jente mal educá que se levanta de su asiento cuando aún lo artista no han terminao d’actuá. Se levantan sin dejá que se puean depedí como Dio manda lo actores der público. Ar teatro acuden demasiado giripoyas. Mushos, en tropel, p’haserse los pedantes y simulá que saben musho d’arte escénico. Giripoyas que hasen giripoyás. ¡Y ej que la jente é burra, burra, burra!
Er teatro é una puta miedda. Una miedda como un piano asín de grande, en donde se representan obras estrañas, d’aquellas en que no t’enteras de ná. Simbolimmo y poca cosa má. Un burrimiento, vaia. Y ayer aún fue peó c’otro día lo d’ir ar teatro, pues pá llegá al mimmo tube que ir sotteando a jente po la calles de Barselona, La ciudá etaba atestá d’ijos de la gran puta comprando libros como si supieran leé i entendé lo que pone en lo libros. Giripoyas. Ayer, en Barselona, si te quería comprá una verduras o un botellín de birra, no había posibilidá arguna, ya que no habían tiendas nommales. Solamente tenderete con mushos libro y muchos tíos fimmándolos en la primera pagina. Y ej que er teatro, lo libro i er cine son una puta miedda... Bueno, er cine no tanto, pue viendo una pinícula te puees comer una de palomitas con Coca-Coa. Y eso es lo mejó der mundo. Mejó que er teatro infestao de giripoyas.
En definitiva, ayer fui al teatro. Como cada año, tuve mi cita anual con dos monstruos de verdad: Faemino y Cansado. Maravillosos. Lo mejor de lo mejor. Al menos, gracias a ellos y a esa hora y media delirantemente ingeniosa, he podido cargar batería para dos o tres meses.
Si alguna vez tienen ocasión de verles en directo, no se los pierdan. Son únicos.
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