Un sacerdote con el careto de Antonio Banderas, una arqueóloga enamoradiza, un esqueleto sagrado y unos cuantos terroristas (claros discípulos de Pierre Nodoyuna) conforman The Body (El Cuerpo), un thriller barato que amaga una patatera intriga religiosa. El Vaticano (años antes del óbito actual) y el Muro de las Lamentaciones se encuentran en el centro del tablero.
Resulta curioso (por no decir triste) que Antonio Banderas se sintiera totalmente implicado en la producción de esta aburrida y ridícula película que, por cierto, parte de una premisa ciertamente interesante: durante unas excavaciones en el centro de Jerusalén, una arqueóloga israelita descubrirá un esqueleto, el cual, según todos los indicios, podría tratarse del cuerpo de Jesucristo; un hallazgo que, por otra parte, podría acabar con todos los esquemas de la religión occidental ya que, sin existir la resurrección, tampoco existiría el hijo de Dios.
La historia no da más de sí y, tras sus diez primeros minutos de exposición, el guión empieza a hacer aguas por todas partes, a marchas forzadas, desde el momento en que el personaje de Banderas, el padre Matt Gutiérrez (sin coñas, pues ese es su nombre en el film), un sacerdote sudamericano, es contratado por altas jerarquías del Vaticano para que se desplace a la ciudad santa e investigue que cojones se esconde tras el molesto descubrimiento. A partir de ahí, un sinfín de desaguisados risibles se irán sucediendo, uno detrás de otro.
Todos los personajes que se nos presentan son meros mamarrachos en manos de un guionista descontrolado, los diálogos establecidos entre ellos suenan a perogrullada total y las situaciones (teóricamente) tensas a los que les someten resultan de lo más absurdo. Por ejemplo: una intentona de profanar la tumba se convierte en una lucha al mejor estilo Roberto Alcázar y Pedrín, convirtiendo a los chulescos hombres que custodian la misma en un calco, a imagen y semejanza, de los típicos porteros de discoteca barriobajera con intenciones de gran local. Y mamporrazo va y mamporrazo viene. ¡Pardiez, que inteligencia!
Banderas, en el soso papel del sacerdote liberal que empieza a cuestionar su propia fe, está de lo más inaguantable (cosa habitual en él, por otra parte), mientras que Derek Jacobi, en una nefasta colaboración, consigue una de las sobreactuaciones más espectaculares de toda su carrera. Difícil de superar. Todo, en la película, chirría insosteniblemente, excepto la belleza de Olivia Williams (la esposa de Willis en El Sexto Sentido), la mujer que conseguirá que Matt Gutiérrez empiece a plantearse que hacer con su sotana. Y es que a nadie le amarga un dulce. Ni al curilla Matt.
Seguramente, en los años 70, José Antonio De La Loma o, sin ir más lejos, el misimo Antonio Isasi, con una de aquellas coproducciones hispano-franco-italo-germanas, le habría sacado mucho más provecho a la historia. Porque, en realidad, viendo The Bodry (perdón, The Body), si se fijan en ese look visual tan barato y en su pueril guión, plagado de gilipolleces, descubrirán que éste no se encuentra tan lejos de productos como Razzia (La Redada), El Magnífico Tony Carrera o Las Vegas 500 Millones. Y estos títulos citados, tan sólo por su cutrez innata y asimilada, le dan mil vueltas al trabajo de Jonas McCord (su realizador, quien, a juzgar por su nombre de pila, se inspiró desde el interior mismo de una ballena). Ver para creer.
Si les he de ser sincero, al final me importó un bledo el descubrir si el esqueleto era el de Jesús o no. Lo único que me dejó un tanto preocupado es saber si el personaje de Banderas se quedaba con la Arqueóloga o con el Arzobispo.
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