17.9.07

Más allá de El Tesoro de Rackham El Rojo

Dos de los tebeos que recuerdo con más agrado sobre las andanzas de Tintín fueron El Secreto del Unicornio y El Tesoro de Rackham El Rojo; dos libros que iban correlativos en la colección y que formaban un cuerpo único. En ellos, el jovencito y repelente reportero, junto al capitán Haddock y al profesor Tornasol, perseguía un anhelado tesoro que podría encontrarse en un viejo barco pirata hundido. De hecho, Imanol Uribe, en La Carta Esférica (film basado en la novela homónima de Arturo Pérez-Reverte), recurre visualmente y en un par de ocasiones, a las citadas aventuras de Tintín para ilustrar algunos de sus pasajes. No en vano -y siempre salvando las distancias, pues lo de Hergé es francamente entrañable-, este título también va sobre buscadores de tesoros en el fondo del mar.

Una sobreactuada Aitana Sánchez Gijón y un desaprovechado Carmelo Gómez (que anda todo el metraje poniendo cara de sufrir una gastroenteritis aguda), son la pareja protagonista de La Carta Esférica. Ella, la Aitana, es como Tintín, pero en mujer y mucho más madura; él, el Carmelo, a pesar de dar vida a un experimentado capitán de barco, su carácter afable y servil le acerca más al rol del perrito Milú que al del gruñón Haddock, pues todo el día va pegado a las faldas de la Tintina...

En realidad, él es un hombre solitario y amargado, ya que ha sido alejado de su oficio durante una larga temporada. De todos modos, y a nivel personal, creo que su desconsuelo viene dado por haber sido bautizado con el inusual nombre de Coy. Ella, por el contrario, es altiva, distante y, para más señas, funcionaria. Ostenta un alto cargo en el Museo Naval de Madrid y se distingue por manejar a los hombres a su antojo, haciendo con ellos lo que le viene en gana. Atiende por Tánger Soto, lo cual también hace bastante comprensible la mala leche que esconde bajo su frialdad aparente. Entre Coy y Tánger nacerá una más que esperable relación que culminará en una escena antológica y nunca vista. Las nalgas del Carmelo y los aún interesantes pechos de la Aitana, son los principales protagonistas de un coito bajo la ducha a través del cual, ambos actores, lucen sus dotes como acróbatas y contorsionistas, pues se lo montan en distintas posturas y de manera alarmantemente desenfrenada: de pie, estirados, de lado, sentados... Para quien esto escribe, significó el momento más tenso de La Carta Esférica. No se pueden llegar a imaginar lo que sufrí ante la alta posibilidad de un mal resbalón de cualquiera de ellos en la bañera. ¡Huf, que mal lo pasé!

Con tanta descripción y padecimiento, me olvidaba citarles que, tras haberse conocido de manera fortuita durante una subasta en Barcelona, la tal Tánger -una vez ya en Madrid- engatusará al bonachón de Coy para que use sus amplios conocimientos marinos en pro de la localización de un bergantín hundido, tres siglos antes, cerca de las costas de Cartagena. Él es un hombre de buen espíritu, pero sospecha que hay algo más que una mera embarcación bajo el mar. La machacona presencia de dos tipos siniestros y peleones que les siguen a todas partes, le hacen pensar aún más que hay gato encerrado. Y es que los miembros de esa pareja sigilosa, con los que tropezará en más de una ocasión, atienden por Nino Palermo y Horacio Kiskoros; un par de personajes peligrosos que, inevitablemente, también andan algo frustrados y enfurruñados debido a sus nombres.

Un producto que promete un poco de cine negro, un mucho de aventuras y un sinfín de enigmas, ha de ser, como mínimo, trepidante y entretenido. Aparte de viajar de una parte a otra del país, ha de ocurrir un poco de todo y sorprender con su ritmo al espectador. Imanol Uribe sólo viaja de una parte a otra del país; del resto, apuesta por todo lo contrario. Ni divierte ni tiene ritmo. Y, por si fuera poco, es predecible en demasiados aspectos. A los cinco minutos, cualquiera puede hacerse una idea de por donde van a ir los tiros. Las reacciones de cada uno de sus personajes saltan a la vista aunque, en este aspecto, no engaña a nadie. La voz en off de Coy, justo después de los créditos iniciales, avisa, de manera textual, que se vio “metido en una historia que, de tan imprevisible, se convirtió en previsible”. Posiblemente aquí resida el gran error de La Carta Esférica: ser más literaria que cinematográfica.

¿Por qué, aparte de Territorio Comanche, no suelen funcionar bien las adaptaciones de las novelas de Pérez-Reverte?

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