La partida de ajedrez que inició con la parca en 1957, acaba de cerrarse. Esta misma madrugada, la hermana del realizador y director teatral Ingmar Bergman, ha comunicado la muerte de éste. Hoy, muchas sonrisas de una noche de verano se convertirán en lágrimas.
Considerado el maestro del cine sueco, indagó en la profundidad de las relaciones humanas centrándose, ante todo, en eclécticos y profundos secretos de mujeres. Para él, éste ya no será un verano con Mónica. Una sonata de otoño iluminará el rostro de sus comulgantes más fieles y recalcitrantes quienes, corroidos por la carcoma, entre gritos y susurros y al igual que los pequeños Fanny y Alexander, llorarán su desaparición.
Nunca me sentí atraído por ese toque tan personal y gélido de su cine, pero he de reconocer que, con su estilo (para bien o para mal), logró crear escuela. Hoy, en su honor, mantendré el silencio necesario, comeré un plato de fresas salvajes y alzaré, hacia el cielo, una copa de agua extraída del manantial de la doncella.
Ninguna persona volverá a desvelar, de manera tan indiscreta, los secretos de un matrimonio; ni nadie hablará tan claramente como él de la vida de las marionetas.
Hoy, a medianoche, tras las doce campanadas, una flauta mágica hará que suene música en la oscuridad. La hora del lobo habrá llegado y alguien, en ese instante y sin vergüenza alguna, ejecutará un rito prohibido al romper la cáscara de un huevo de serpiente; como en un espejo: cara a cara, al desnudo, en presencia del payaso y ante el ojo del diablo.
Si les apetece retomar la carrera del director sueco, ustedes son los escogidos: hace algún tiempo les dejé los estimulantes y pertinentes apostolados para hacer películas idénticas a las suyas. Una especie de diario de una filmación que, sin lugar a dudas, ha de ponerse en marcha justo después del ensayo.
Descanse en paz.
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