Cris Johnson es un mago que se gana la vida con sus shows en un pequeño antro de Las Vegas. Su nombre artístico es el de Frank Cadillac, un doble homenaje a las dos cosas que más le han gustado en esta vida: Frankenstein y el grupo musical The Cadillacs. Aparte de su arte como prestidigitador, el hombre está dotado de un poder sobrenatural; un don que le permite anticiparse, con sólo dos minutos de antelación, a su futuro inmediato. Precisamente, debido a esa facultad, una obstinada agente del FBI está dispuesta a conseguir su colaboración para evitar un atentado de un grupo terrorista.
Esta es la premisa argumental de Next, un film que ostenta uno de los inicios más trepidantes y prometedores de la temporada. Un posible atraco y un par de asesinatos en un casino de Las Vegas, sumados a una posterior y trepidante persecución automovilística, demuestran la habilidad de su director, Lee Tamahori, a la hora de orquestar buenas escenas de acción. De hecho, el realizador neozelandés ya probó su valía en el género con Muere Otro Día, uno de los últimos títulos de la serie sobre James Bond.
El problema es que Next sólo resulta fiable cuando se mete de lleno en las citadas escenas, pues su guión supone una pérdida constante de agua por todas partes. Los dos minutos de anticipación futurista de los que se beneficia el personaje de Nicolas Cage, en demasiados momentos, no acaban de cuadrar, temporalmente hablando, con las acciones que éste y sus compañeros accidentales de viaje llevan a cabo. O sea, la friolera de cuatro guionistas han sido necesarios para adaptar (o, mejor dicho, des-adaptar), muy a su aire, el relato The Golden Man de Phillip K. Dick. Entre otras cosas, el mutante protagonista del original literario –que luchaba para evitar su aniquilación por parte de los humanos-, ha sido transformado en prestidigitador, añadiéndole a la trama una intriga (poco consistente) sobre terrorismo y un arma nuclear a punto de ser explosionada en Los Angeles.
Siempre he defendido la libertad de los cineastas de no respetar, al cien por cien, el material original en el que a veces se basan para llevar a cabo sus obras. De hecho, el cine y la literatura son dos medios totalmente distintos que, de manera inevitable, se amparan en diferentes sistemas de expresión. Está claro que, en este caso, Tamahori y su gente han optado por una espectacularidad que nunca tuvo el relato de Phillip K. Dick; pero, al menos, si que deberían haber acatado, como mínimo, la lógica interna del propio film. Y esto no es precisamente lo que ocurre en Next, un título que denota demasiadas incoherencias en cuanto a lo que hace referencia a las facultades premonitorias de Frank Cadillac, con lo cual, lo único que consiguen, es ir acumulando disparatadas y absurdas situaciones una detrás de otra.
No es ninguna novedad ver cómo Nicolas Cage (productor también del evento) afronta su rol con la misma cara de palo utilizada en sus últimas actuaciones, aunque, para la ocasión, haya cambiado el look de su peinado (¿o se tratará de un pelucón?). Tampoco sorprende que, una actriz tan reputada como Julian Moore, no acabe de creerse en absoluto a la agente del FBI a la que da vida (¿alguno de ustedes confiaría en una mujer que lo apuesta todo esperando evitar una catástrofe nuclear con tan sólo dos minutos de antelación?). Al menos, la presencia (que no la interpretación) de una guapísima Jessica Biel (la chica por la que daría su vida el visionario recién peinao), anima un poco el cotarro.
Si algo tiene de bueno Next, aparte de sus excelentes y bien filmadas escenas de acción (de entre las que también destacaría, hacia media película, una aparatosa huida de Cage monte a través), es su controlada hora y media de metraje. 90 escasos minutos de proyección, sumados a su acelerado ritmo, logran que los desbordantes desatinos narrativos y la poca credibilidad que ofrece la historia, no acaben pesando demasiado en el espectador.
Por cierto: ¿qué pintan unos terroristas franceses intentando volar por los aires la ciudad de Los Angeles?, ¿o son canadienses?... Suena tan extraño como el intentar reunir, en un mismo saco, a Frankenstein con el rock & roll de The Cadillacs. Hasta hace cuatro días, los malos, en el cine yanqui, eran los musulmanes ¿Acaso se están perdiendo las buenas costumbres?
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