4.7.07

EN RESUMIDAS CUENTAS: Cuentistas

A pesar de no tratarse de un film compacto al cien por cien, Shrek Tercero me parece superior, en muchos aspectos, a la entrega anterior que, sobre el ogro verde y principesco, se realizara hace unos tres años. La recién estrenada no parece una película tan dirigida a los adultos como las otras y, posiblemente, por estar enfocada directamente al público infantil, haya recibido -de manera injusta- numerosas críticas negativas.

No negaré que ante Shrek Tercero, y contra toda previsión después de oír tantas voces negativas, disfruté como un crío con zapatos nuevos. La historia es mucho más sencilla que la de la espléndida primera parte, aunque igual de floja e inconsistente que la de la segunda. Pero al menos, en ésta, han sabido repartir mejor la presencia de todos sus protagonistas, cosa que no ocurría en Shrek 2, pues en ella, la novedosa aparición del Gato con Botas neutralizaba demasiado el argumento y a los otros personajes de la trama, centrando la mayor parte de sus chistes en el felino al que pone su voz Antonio Banderas (y de manera brillante en sus versiones originales). El hilo argumental es más o menos lo mismo de siempre: una nueva vuelta de tuerca al mundo de los cuentos infantiles en la que el sempiterno Shrek, acompañado de Burro y el citado Gato con Botas, partirá hacia tierras lejanas con la intención de localizar al joven Arturo, el posible sucesor de la corona en el país de Muy Muy Lejos; una vacante dejada tras la muerte del padre de la princesa Fiona.

La oposición orquestada por el malvado príncipe Charming y la recuperación que hace éste de todos los malvados, habidos y por haber, concebidos directamente por la literatura infantil, es el principal núcleo argumental sobre el que gira este capítulo. Al igual que en los otros dos, los directores y guionistas encargados del mismo, siguen buscando el gag y el guiño cinéfilo en cada una de sus escenas. Algunos de ellos resultan muy tópicos, pero se ven compensados, por ejemplo, por detalles antológicos como el de lograr que un coro de sapos, durante el funeral del Rey de Muy Muy Lejos, entone el Live and Let Die que Paul McCartney compuso para 007 Vive y Deja Morir.

La pesadilla que atormenta al ogro de tonalidades verdosas y en la que se ve reflejado como un estresado padre de familia con centenares de Shrekitos dándole la tabarra; las continuas caídas de La Bella Durmiente causadas por una latente narcolepsia o aquellas escenas en las que Burro y el Gato con Botas ven intercambiados sus cuerpos por la deficiente magia de un decrépito mago Merlín, son buenos ejemplos de las ganas que muestran sus responsables por querer conservar el frescor agamberrado del título original.

Lástima que por el camino -en esa no criticable y en parte lógica infantilización de los personajes y del argumento-, se haya perdido ese tono políticamente incorrecto que, en su primera entrega, sorprendió de manera grata a propios y a extraños. Pero el film, a pesar de ello, tiene una entidad y un magnetismo que otros productos similares querrían también poseer.


Este es el caso, por ejemplo, de la fallida y manida Érase una Vez... un Cuento Al Revés, una coproducción entre Alemania y Estados Unidos que, dirigida por el irlandés Paul J. Bolger, demuestra claramente la falta de inspiración y recursos narrativos de su guionista.

La cinta coincide (es de suponer que casualmente) con algunas de las constantes de Shrek Tres. El reunir, para un mismo fin, a todos los malvados aparecidos en los cuentos infantiles, es una buena prueba de esa concomitancia. La diferencia estriba en que, en el caso de J. Bolger, no hay ni un solo gag que no resulte previsible. La frialdad y anquilosamiento de su animación, el estar plagada de personajes sin entidad alguna o esa sensación de vacío argumental, hacen de Érase una vez... un Cuento al Revés un trabajo aburrido y muy poco estimulante para los más pequeños de la casa.

La idea de partida original es prometedora ya que, la maldad de cambiar el final feliz de todos los cuentos clásicos para otorgarles un trasfondo más dramático, resulta ciertamente interesante. La pena es que incida muy poco (y sin gracia) en ello, centrándose, ante todo, en trastocar la historia de La Cenicienta sin ton ni son y cayendo, en repetidas ocasiones, en una cursilería de la cual, la misma Disney, en sus horas más bajas, se hubiera arrepentido.

¿Qué día empezaremos a afirmar, con la cara bien alta, que el cine de animación vuelve a estar de capa caída? Es innegable que, hace unos años y con la revolución digital, cobró una fuerza que parecía imparable. Pero ese empaque ha desaparecido casi por completo y, a las productoras, sólo los queda la fácil opción de copiarse las ideas unas a otras. De entre el considerable número de títulos de este género que se estrenan al año, tan sólo resultan mínimamente aceptables un par o tres de ellos. Y es que, personalmente, me empiezan a agotar esos homenajes cinéfilos a productos de la última hornada y que, metidos a saco en el metraje, sólo sirven para paliar la falta de origionalidad de sus guionistas. ¡Con lo majos que eran Mickey Mouse, Goofy y el Pato Donald, pardiez!

Y mientras, en Harnas TV, un canal palestino de televisión y dentro de un espacio infantil, un terrorista judío acabó con la vida de Mickey Mouse. No me cansaré de repetirlo: "el universo se expande".

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