8.4.07

Dios existe. Y es Uno y Trino

Ella había sido creyente y, al lado de su marido y su hija pequeña, llegó a ejercer como misionera en el Tercer Mundo. Un suceso fortuito y violento le hizo perder la fe, volcando desde ese momento todos sus esfuerzos en demostrar, de manera científica, la poca fiabilidad de cuantos “milagros” se registrasen en la faz de la Tierra. Todo parecía ir viento en popa, hasta que su presencia fue requerida en un pequeño y conservador pueblo de Louisiana, lugar en el que, tras la muerte de un joven, el río del lugar se tiñó por completo de rojo. El inicio de la vuelta de las 10 desoladoras plagas bíblicas parecía estar empezando de nuevo.


Ella es Hilary Swank, lo mejor, sin lugar a dudas, de La Cosecha, el nuevo film de Stephen Hopkins, el realizador de la interesante Bajo Sospecha y uno de los responsables directos de la serie televisiva 24. En él se baraja el cine fantástico con todo tipo de conceptos religiosos, con la única y descarada intención de vender la imagen de Dios sobre todas las cosas; una idea con la que, en los últimos años, parecen estar muy obsesionados en Hollywood.

Es innegable que la película de Hopkins tiene una buena factura visual (el impactante inicio en una apocalíptica ciudad sudamericana, así lo demuestra), maneja los efectos especiales de manera eficaz y, debido a su ritmo –sobre todo en su primera parte-, incluso acaba resultando un producto entretenido, aunque con demasiados puntos de contacto (tanto fotográficos como de estilo) con la popular serie CSI.

El abuso efectista de trampas y sustos innecesarios a lo largo de su narración, merman un tanto la profesionalidad del realizador, pero la presencia de una insuperable Hilary Swank hace potable muchas de las insostenibles situaciones de una trama que, con otra protagonista, posiblemente se habrían ido al traste. Y es que la endeblez de su guión es tan alarmante que ésta se manifiesta en cada una de las forzadas líneas de diálogo.

La Cosecha, por su delirante carga religiosa y su desfachatado posicionamiento ideológico al respecto, acabará engrosando –en un futuro- la larga lista de títulos que, cada Semana Santa, emiten los diversos canales televisivos. En ella no salen gladiadores ni apóstoles, pero los milagros están a la orden del día.

Y digo yo, ¿algún día volveremos a ver una película modélica, en el género fantástico, como fue La profecía original de Richard Donner? En ella se hablaba del Bien y del Mal, al igual que ocurre en La Cosecha. Su protagonista era el Anticristo. Y, no por ello, Donner se vió obligado a malgastar su tiempo en vendernos la imagen de Dios contra viento y marea. Es de perogrullo que, si en la película existe el Diablo, también ha de quedar patente su polo opuesto. El espectador no es tonto y desde hace muchos años ya sabe leer entre líneas, sin necesidad de discursos fervorosos en busca de nuevos adeptos.

Cada cual que crea (o no) lo que le venga en gana. Pero, por favor, no me sermoneen en la platea de un cine. Para eso me voy a misa a que Mosén Churriguera me cuente eso tan majo y estimulante sobre San Isidro Labrador, un gandul de tomo y lomo que cada día, cuando acudía a maitines, utilizaba a un ángel y a sus bueyes para que hicieran por él sus tareas diarias.

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