
Tú la Letra, Yo la Música se abre con un
vídeo-clip al estilo de los que se realizaban en los años 80. De hecho, gracias a ese gracioso vídeo musical, su realizador y guionista,
Marc Lawrence, rememora y satiriza, de manera inconfesa y al unísono, el universo de
Wham!, un dúo británico, de carrera efímera y del cual, el popular
George Michael, fue uno de sus integrantes. La verdad es que la formación se deshizo cuando éste decidió iniciar su carrera en solitario, arruinando en parte el futuro musical de su compañero, un tal
Andrew Ridgeley.
Aquellos que vivieron -al igual que un servidor- la explosión
popera de los 80 a través de la masificación televisiva de los -por aquel entonces- recién nacidos
vídeo-clips, descubrirán en
Alex Fletcher -el personaje interpretado por
Hugh Grant- al fracasado
Ridgeley de
Wham!. En la película, el actor británico da vida al citado
Fletcher, un cantante y compositor frustrado, el cual, tras vivir sus momentos de gloria, dos décadas antes y como integrante del desmembrado grupo
Pop!, tendrá que tragar quina ante el éxito imparable alcanzado por su viejo compañero de fatigas. En la actualidad,
Fletcher se gana la vida actuando, en solitario, en pequeños teatrillos y parques de atracciones, lugares en los que ofrece, a las cuatro cuarentonas que cautivó en su día, un pequeño repertorio de las canciones que lanzaron al dúo
Pop! a la fama.

A partir de este patético personaje,
Marc Lawrence desarrolla una trama sencilla pero efectiva; una trama que acercará al desvencijado músico la posibilidad de volver a alcanzar el éxito que perdió hace más de 20 años. Y, esa posibilidad, le llegará en forma de reto musical. Un desafió atípico en el que intervendrán un par de mujeres: una joven e insegura escritora y una provocativa y excéntrica cantante de moda en plena efervescencia; un personaje, este último, al que el espectador identificará con más de una de las estrellas femeninas del
Top 10 actual: esas muchachas clónicas que, mostrando siempre su muslamen e insinuando sus tersas nalgas, entonan canciones similares con la misma tonalidad y ritmo.


No esperaba mucho de
Tú la Letra, Yo la Música y, sin embargo, logró hacerme desconectar del mundo exterior durante todo su metraje. Su propuesta es lineal, sin giros argumentales ni sorpresas, pero gratamente agradable de seguir. Como comedia sentimental funciona a la perfección, a pesar de no aportar nada nuevo al género. Sus diálogos son simpáticos, chispeantes, y la química que se crea entre
Hugh Grant y
Drew Barrymore transpira cierto tono envolvente. Él cumple a la perfección con su cometido: el papel de ídolo caído, amparado aún en los ochenta, le va de perlas y, además, por si fuera poco, demuestra sus buenas e inesperadas dotes como vocalista. Y ella, la
Barrymore, está más encantadora que nunca: rompe un poco con sus papeles habituales y, a través del divertido personaje de la escritora
Sophie Fisher, se transforma en una especia de entrañable
alter ego de
Diane Keaton; pero de una
Keaton de tiempos remotos, justo de cuando ejercía de divertida payasa en las primerizas locuras de
Woody Allen.
Una comedia sencilla pero efectiva que hará las delicias, sobre todo, de aquellos que aún, actualmente, seguimos disfrutando con la música de los 70 y 80. Un desengrasante fresco que merece ser disfrutado sin complejos ni falsas coartadas culturales. El producto ideal para frenar, un poco, el efecto desmoralizador que provoca la machacona e imparable invasión de melodramas ácidos y punzantes en la cartelera. Yo, al menos, me dejé llevar y pasé un rato ciertamente delicioso. E incluso, durante su proyección, hasta llegué a creer (iluso de mí) que, quizas algún día,
Hugh Grant sería un buen actor.
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