Bobby Lee Swagger ha abandonado el cuerpo de marines. Retirado en una pequeña y recóndita cabaña en las montañas, intenta olvidar que tres años antes, durante una misión como francotirador en Etiopía, fue traicionado por el Estado Mayor de su propio país. Pero pronto, convencido por un coronel que ha logrado localizar su recóndito escondite, regresará para servir a su patria, ejerciendo de consultor ante un posible atentado al Presidente. Sus dotes como tirador y sus conocimientos sobre balística de largo alcance, pueden ser muy útiles para avanzarse a una temida acción terrorista.
Éste es el prometedor arranque de Shooter, el nuevo film de Antoine Fuqua, un correcto thriller de acción que, en parte, recupera el estilo más trepidante del realizador y que remite a sus dos títulos más logrados dentro de su no muy definida filmografía: Asesinos de Reemplazo y, ante todo, el excelente Training Day.
La película tiene gancho. Su ritmo es trepidante. Un esperado (pero efectivo) giro de guión, a los pocos minutos de proyección, convertirá a Bobby Lee Swagger en otro falso culpable más a engrosar la larga lista de éstos en el mundo del Séptimo Arte. El gobierno pone precio a su cabeza y manda de cacería a los perros de la CIA, del FBI y de la policía estatal. Sólo él sabe que se trata de un complot político orquestado a alto nivel. La acción es el plato fuerte de la función. Persecuciones en automóvil, helicópteros a punta pala, explosiones varias, tiroteos a discreción, féminas atractivas y semi desnudas en peligro de muerte... Un poco de todo al servicio de las habilidades de un director experto en el género.
Su filmación es impecable. Fuqua domina el tema, y eso se nota. No hay apenas descanso para el espectador. Pero, a pesar de ello, el guión flojea y la cinta desprende, en general, cierto tufillo reaccionario. Todo suena a manido, a ya visto en demasiadas ocasiones. Pero la artesanía con la que está realizada, salva con creces la irregularidad de su guión, al tiempo que disimula el nulo empaque de sus actores. Mark Whalberg está tan soso e inexpresivo que podría haber sido sustituido, con total tranquilidad, por Matt Damon. Y el espectador ni lo habría notado.
Los malos no son más que una mera caricatura de sí mismos; unos malos con muy poca identidad como tales. Danny Glover apuesta por el histrionismo, al igual que hace un envejecido Nead Beatty. Y ello sin olvidar la risible presencia del más sobreactuado de todos, Elias Koteas, un tipo detestable y cargado -de manera exagerada- de todos los tópicos del malvado cinematográfico por excelencia.
Shooter, a pesar de su equívoco casting y de su poca consistencia argumental, aguanta bien y con cierta fuerza hasta el final. Sin embargo, su último cuarto de hora es de lo más fascistoide que uno se pueda tirar en cara. Un final que hace pensar en la resurrección del genuino Charles Bronson y la justiciera filosofía de sus films de acción: siempre hay alguien que, amparado por el sistema, acabará con aquello que el propio sistema no pueda vencer.
Con tanto rifle y tantas muertes violentas, el anciano Charlton Heston habrá disfrutado de lo lindo viendo la película. A buen seguro que, tras el estreno de Shooter, esa innombrable asociación de la cual es presidente, notará una fuerte subida de adeptos, al tiempo que las armerías norteamericanas celebrarán una gran aumento en sus dividendos. Y luego, claro, pasa lo que pasa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario