Ambos actores cumplen bien con sus respectivos cometidos, a pesar de que ninguno de ellos se aparta demasiado de sus papeles habituales. Ella, seductora y sensual; él, seductor y un tanto crápula. Y, arropando a la pareja estelar y completando el interesante reparto, una presencia efectiva e compacta, la de Giovanni Ribisi, un secundario que, poco a poco y gracias a su buen hacer, se va aposentando más y mejor en el mundillo de Hollywod.
La historia no se aleja mucho de las coordenadas de muchos de los thrillers en los que la intriga se mezcla con el mundo de Internet, las chats y el trabajo de los hackers. Y es que, en este caso, la Red es la principal herramienta con la que contará la atractiva Rowena para descubrir al brutal asesino de una amiga de su infancia. Todas las sospechas de la joven apuntan hacia Harrison Hill, el último amante de su compañera, un hombre casado y propietario de una de las empresas más poderosas del mundo de la publicidad.
Seduciendo a un Extraño tiene su chispa. Engancha bien, aunque sin muchas sorpresas a lo largo de la proyección. A pesar de resultar distraída, todo cuanto ocurre en pantalla parece bastante lineal, previsible y trillado, hasta que a su realizador y -ante todo- a sus guionistas, se les empieza a ir la olla y deciden cambiar de tercio narrativo. Y es que su resolución final se me antoja tan descabellada, forzada y rocambolesca que, en el fondo, acaban cargándose la poca credibilidad de cuanto han expuesto anteriormente.
Las ansias por querer ser más originales que nadie y darle demasiadas vueltas de tuerca a su intriga, dan al traste con un título que habría ganado más enteros con un final más digno e incluso más estándar. El rizar el rizo, de forma tan exagerada como ha hecho James Foley, engañando y colando trampas continuas al espectador, ha acabado perjudicando a un trabajo que no hace justicia a otros títulos de su realizador, como la citada Glengarry Glenn Ross o la estupenda Hombres Frente a Frente. Sin ir más lejos, Confidence, su anterior largometraje, era un thriller menos ambicioso pero muchísimo más efectivo que éste.
Un par de claros (e inevitables) guiños a Hitchcock, que remiten directamente a Marnie, la Ladrona y a una de las constantes habituales en la filmografía del realizador británico (que no pienso desvelar para no chafarles el final), junto con la presencia de sus populares actores, son lo más destacable de un film que, sin llegar a molestar, se queda a medias tintas por culpa de su desorbitado giro de guión.
Suerte que, para compensar, la Berry sale majísima. Demasiado guapa, vaya. Tanto que, durante las próximas noches, la buena mujer se convertirá en el centro de mis sueños más delirantes e imposibles.
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