30.10.08

EN RESUMIDAS CUENTAS: Sumas

La Conspiración del Pánico (el patético título español de Eagle Eye, El Ojo del Águila) está basada en una idea atesorada, hace unos diez años, por Steven Spielberg, su productor, quien quería reflejar los inconvenientes de vivir inmersos en una sociedad pautada por férreos sistemas de control. Dirigida por el todoterreno D. J. Caruso (el mismo de la funcional y correcta Disturbia) y contando con su actor fetiche como protagonista principal (el muy de moda Shia LaBeouf), esta es una cinta que, en general (y dejando a un lado ciertos altibajos), cumple a la perfección con las coordenadas básicas del cine de entretenimiento.

Conspiración + El Show de Truman + Maratón Man + 2001: Una Odisea del Espacio + El Hombre Que Sabía Demasiado = La Conspiración del Pánico; una suma, no tan delirante como parece a simple viste, que arma la historia del film. O sea (y dando cuerpo a tal operación): una conspiración gubernamental, de intenciones antiterroristas, que se les escapa de las manos a sus responsables; una sociedad ultra controlada por el ojoquetodolové mediante las nuevas tecnologías; un inocente, metido de lleno en la trama, por el mero hecho de ser hermano de uno de los involucrados; un homenaje (en exceso disparatado) a la locura de poder de ese Hal-9000 nacido de la mente del desaparecido Stanley Kubrick y, a modo de remate final, un toque hitchkoniano en donde, una nota emitida por un instrumento musical concreto, se convierte en un elemento clave dentro de la intriga planteada.


Un entretenimiento que, a pesar de su poca credibilidad argumental, está dotado de un ritmo narrativo acelerado, cosa que hace que sus casi dos horas de proyección se le pasen al espectador como un suspiro. El Labeouf, acostumbrado a interpretar el tipo de personajes rescatados de los thrillers setenteros, cumple con su rol, al igual que ocurre con Michelle Monaghan, su accidentada partenaire en pantalla, mientras que Rosario Dawson (¡por Tutatis, cómo me gusta esta mujer!) y Billy Bob Thornton (con su cara de estreñido a cuestas), sin demasiado esfuerzo, se alzan como los encargados de respaldarles interpretativamente desde el lado de la ley y el orden.

Un film sin sorpresas, agradable y trepidante. Su poca consistencia en el guión y su (molesta) vertiente patriotera y pro yanqui, hacen que se convierta en uno de esos títulos que se olvidan fácilmente a los pocos días de haberlos visto. No molesta pero, al mismo tiempo, no conduce a ninguna parte. Sin lugar a dudas, me quedo con sus referentes.


Algo similar sucede con Babylon, un film realizado por el actor y director francés Mathieu Kassovitz que, al igual que La Conspiración del Pánico, es el resultado de una otra suma (un poco más sencilla que la anterior) en la que intervienen tres elementos clave: Hijos de los Hombres, Blade Runner y El Quinto Elemento. El primero, a causa de la misión que les encomendada al mercenario protagonista (entregar, sana y salva, a una joven que abriga un gran secreto); y los otros dos, por su estética (neoyorquina) futurista, lo afrancesado de algunos pasajes y por lo delirante (y, a veces, cómico) de su argumento.

Lo mejor de la cinta (aparte de la genuina y espléndida voz de Vin Diesel en su versión original) radica en el contraste visual que se ofrece sobre una Rusia devastada y apocalíptica en comparación a una Nueva York colorista, abarrotada de luces de neón y plagada de inmensos y luminosos carteles publicitarios. Al resto, no hay que buscarle tres pies al gato e intentar, dentro de lo posible, disfrutar al máximo con la discreta aventura fantástica propuesta; una aventura marcada, ante todo, por el peligroso viaje que el gigantón Diesel debe emprender, partiendo de Rusia, al lado de una joven y de la monja que la protege.

Su guión, en el que se mezclan la robótica genética con las artes marciales (por algo sale la amiga Michelle Yeoh dando vida a una monja alférez de armas tomar), patina por todas partes. A veces, se precipita y organiza unas elipsis narrativas de lo más incomprensible; otras, se amuerma y se pasa un tiempo inenarrable acarreando con la misma escena (la del grupo de saltimbanquis en un discoteca, sin ir más lejos, tiene su tela).

Un quiero y no puedo en el que, sin embargo, hay que destacar un par de colaboraciones sorprendentes: la de una perversa y arrugadísima Charlotte Rampling (¡quién te ha visto y quién te ve!) y la de un maquilladísimo –y más narizotas que nunca- Gérard Depardieu componiendo, este último, a un villano escapado del "Gang" del Cicharrón. La escena de éste al lado de Vin Diesel no tiene desperdicio. Casi, ella solita, salva al resto de un metraje cargado de artificios y banalidades.

Una película simple y tontorrona, con un añadido en forma de loanza (para variar) a la unidad familiar y al entente entre razas. De lo más barato y banal... pero llámenme iluso pues, en el fondo, no me aburrí ni un pelo. Cosas peores se eternizan en la cartelera… y ésta, por su ingenuidad, está a punto de desaparecer.

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